ASESINO DEL SHOGUN: LOBO SOLITARIO Y CACHORRO, EL (Robert Houston) / 1980: Tomisaburo Wakayama, Kayo Matsuo, Minoru Ohki, Akiji Kobayashi, Shin Kishida, Akihiro Tomikawa.
La primera película de género wuxia (el que se desarrolla en un contexto histórico, en este caso el Japón feudal, en el que predominan las escenas de acción centradas en la lucha con espadas, con especial acento en el melodrama y tocando temas como la amistad, la traición, el amor y la lealtad) que recuerdo haber visto. Una auténtica suerte de western crepuscular en el que el Lobo solitario (Wakayama) y su hijo (un genial y entrañable Tomikawa, que protagoniza una de las escenas más emotivas del film, llevándole agua en su propia boca desde el río hasta su padre, que se encuentra medio moribundo en una cabaña) emprenden una huída con tintes de venganza tras ser declarados como objetivo del Shogun (gobernador de la época) por traición.
Una colección de momentos para recordar, como las fascinantes peleas a espada, genialmente coreografiadas (destacan la que tiene lugar en las cataratas del río ante los esbirros del Shogun, que sobresale por la belleza de los paisajes y la crueldad de las imágenes; el desmembramiento despiadado de un soldado a manos de las mujeres ninja; o la final, que enfrenta a nuestro protagonista con Los Señores de la Muerte, tres samuráis especializados en tres armas distintas, que caerán de forma inapelable y brutal uno tras otro), ornamentan un relato que Robert Houston remontó para el mercado americano a través de la factoría Corman a partir de dos sangrientas películas japonesas de los setenta, basadas en el manga “Lone wolf club”, que influyeron claramente en Quentin Tarantino y sus Kill Bill Vol. I, 2004, y Kill Bill Vol. II, 2004.
(7/7)