AVATAR (James Cameron) / 2009: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle Rodriguez, Giovanni Ribisi, Joel David Moore, CCH Pounder, Wes Studi, Laz Alonso, Dileep Rao, Matt Gerald.
Jake Sully (Worthington, un actor que ha cobrado gran protagonismo en los últimos años debido a sus apariciones en taquillazos como Terminator Salvation, McG, 2009; Furia de titanes, Louis Leterrier, 2010; o su secuela, Ira de Titanes 3D, Jonathan Liebesman, 2012), un joven ex-marine que se encuentra impedido en una silla de ruedas, ve como su vida cambia por completo de la noche a la mañana cuando es requerido para sustituir a su hermano recientemente fallecido en una misión de alto secreto. Ésta consiste en manejar un avatar o clon de una especie que vive en Pandora, un lejano planeta que esconde bajo tierra un valiosísimo mineral cuyos mayores yacimientos se ocultan, casualmente, bajo las principales poblaciones en las que viven esos seres a los que copian los avatares. El objetivo de la empresa es hacerse con la confianza de los Na´vi, una de esas poblaciones, con el fin de convencerles de que abandonen sus tierras. Lo que Jake y sus superiores no tienen en cuenta es el grado de afinidad y de implicación que aquel alcanzará con la tribu que lo acoge, más aún cuando se enamora de Neytiri (Saldana), la hija de los líderes de la misma.
Efectivamente, tal y como señalaron multitud de críticos en su momento, nos encontramos ante un remedo descarado de la historia de Pocahontas (llevada al cine por Disney en la película de dibujos animados homónima -Mike Gabriel & Eric Goldberg, 1995-, y por Terrence Malick en El nuevo mundo, 2005), en la que John Smith, un colono inglés asentado en Virginia, es secuestrado por el padre de la joven del título, viéndose obligado a convivir con los Powhatan, una tribu india de la que en un principio recela, pero a la que acabará admirando, enamorándose, además, de la mencionada indígena. Este argumento ha sido visto ya en varias ocasiones en pantalla (en la psicotrónica Aullidos 3, Philippe Mora, 1987 -siendo su historia la más similar a la de Avatar-; las oscarizadas Bailando con lobos, Kevin Costner, 1990, y El último Mohicano, Michael Mann, 1992; y la reivindicable El último samurái, Edward Zwick, 2003), por lo que no se puede decir que el filme de Cameron sea un dechado de originalidad. Pero en lo que no cabe poner en absoluto ningún reproche a la labor del director de Terminator 2: El juicio final, 1991, es en la magistral y arrebatadora puesta en escena. Da igual que la película sea vista en 3-D (el rodaje se realizó en este sistema) en una sala de cine que en una pantalla convencional en casa (eso sí, en HD y con un buen equipo de sonido), la experiencia sigue siendo única y apabullante, pues veremos, sentiremos, oiremos, oleremos y casi palparemos cada brizna de hierba, cada hoja de árbol, cada gota de lluvia, o cada pluma o pelo de cada criatura puesta en escena. Los elementos mencionados forman un entramado que nos hace sentirnos inmersos en todo aquello que observamos.
Así, la sucesión de escenas grandilocuentes se acumulan ante nuestros ojos, de manera casi inabarcable, resultando alguna que otra excesiva por simple acumulación: Esas cápsulas de criogenización que se extienden hasta un fondo casi infinito en la nave que transporta a los colonos (entre los que se encuentra Jake) a Pandora; la espectacular llegada al planeta de la misma, rodeada de helicópteros, con las máquinas gigantescas que trituran colinas enteras al fondo, y con esos descomunales dumpers que portan toneladas de escombro; los robots pilotados que caminan por la pista de aterrizaje, y que recuerdan al que luchara con la reina alien en Aliens: El regreso, James Cameron, 1986; la entrada en la selva del helicóptero, escoltado por unos enormes pájaros, mientras en el río se observan manadas de bestias, terminando la escena con un espectacular picado en la abrupta catarata que aparece de súbito; la persecución por el bosque de esa especie de pantera negra en pos de Sully, que se acaba lanzando por una cascada para salvar la vida; el vuelo entre las majestuosas islas flotantes a bordo del helicóptero, con esas inmensas caídas de agua precipitándose al vacío; el adiestramiento del ikran o banshee por parte de Sully, que asciende junto a Neytiri y Tsu´tei (Alonso), el prometido de aquella, hasta el recóndito nido donde moran las aves escalando lianas y paredes escarpadas, y atravesando cataratas formadas por rocas resbaladizas. La sensación de vértigo es tal (sobre todo si la experiencia es en 3-D) que en varias ocasiones parecemos estar a punto de precipitarnos al vacío. Esa sensación, mezcla de miedo y libertad, se reproduce y multiplica cuando la criatura es domesticada y Jake se lanza sobre ella al abismo, o cuando Neytiri se une a lomos de su ikran y comparten ese espectacular y vertiginoso picado rozando las paredes del acantilado. Los coros de la banda sonora contribuyen a crear un momento casi mágico, prolongado con el paso de los dos protagonistas y sus banshees bajo esos sensacionales puentes naturales de piedra semiderruidos; o el bombardeo de Árbol Madre, con esa formación de aeronaves lanzando su artillería contra los pilares de madera del gigantesco tronco, que colapsa y se derrumba con estrépito sobrecogedor ante la horrorizada mirada de los Na´vi, que ven caer uno de sus lugares sagrados.
Todos esos momentos vibrantes se ven ensombrecidos ante la batalla final, un espectáculo para la vista y el oído. Las aeronaves comandadas por el malvado Quaritch (Lang, visto en Conan el bárbaro, Marcus Nispel, 2011, y en la serie Terra Nova) son repelidas en un primer momento por los banshees y por Toruk (la reina de las criaturas aéreas, domada por Jake -destaca esa escena en la que el animal lanza con sus fauces uno de los helicópteros contra otro, provocando la destrucción de ambos-), mientras que los robots pilotados por soldados se enfrentan en tierra al grupo de Tsu´tei. Si bien el ataque inicial sorprende a los humanos, pronto éstos toman la iniciativa, abatiendo varios ikrans y comenzando en el bosque una masacre contra los caballos y sus jinetes (ese plano fijo, de extraño magnetismo, que muestra a uno de los animales envueltos en llamas mientras galopa entre los árboles). Neytiri, recién derribada, se oculta entre la vegetación, planteándose un ataque suicida. En el último instante siente un rumor en el bosque registrado igualmente por los radares de los soldados. Miles de animales irrumpen de la nada para repeler al invasor, formándose una brutal estampida que arrasa tanto las tropas aéreas como las terrestres. Será Jake, cómo no, el que evite el bombardeo del lugar más importante para los Na´vi, el Árbol de las Almas (la escena vuelve a resultar espléndida, con Jake abalanzándose, montado en Toruk, sobre la gigantesca lanzadera, cayendo sobre su techo y abatiendo a los hombres atrincherados en los nidos de ametralladoras, para acabar arrojando varias granadas a los propulsores que desequilibran el aparato, impidiendo el lanzamiento de la letal carga), y el que lucha a muerte con Quaritch, pese a que finalmente tenga que ser salvado por Neytiri. La escena de la caída del helicóptero, con el malvado coronel subiéndose a uno de los robots que van en el interior de la aeronave y saltando con él a tierra mientras que la máquina voladora estalla en mil pedazos resulta igualmente espectacular.
Es una lástima que el aspecto visual del filme (insisto, de lo más espectacular visto jamás en una pantalla) se vea ensombrecido por un guión carente de profundidad y el desarrollo de unos personajes en su mayoría planos y unidimensionales. En el lado de los buenos, Jake Sully responde a todos los estereotipos habidos y por haber: Es un ex-marine amargado con problemas con la bebida que ve la oportunidad de hacerse rico con el trabajo que se le plantea, y que hallará la redención (y el amor) donde menos se lo espera. Su interés sentimental, la Na´vi Neytiri, adolece del mismo problema que el resto de seres de su especie: la falta de empatía que producen en el espectador. Su aspecto es demasiado felino, y sus gestos y movimientos parecen excesivamente artificiales y preconcebidos, como si estuvieran danzando. Todo aquello que realizan con su cuerpo parece premeditado, incluso las caídas, y sus rostros no transmiten aquello que se pretende (imagínense a un gato intentando poner semblante de alegría, incredulidad o ira. Simplemente no funciona). Por otro lado, la científica Grace (una Weaver completamente desaprovechada) es un arquetipo andante: Primero odiará y discriminará a Jake por su pasado militar, considerándolo un estorbo. Su conducta cortante y antipática se endulzará de manera brusca y poco creíble, pasando a comportarse como una madre con el protagonista pese a que sabe que éste pasa información a Quaritch. La soldado Trudy (Rodriguez, repitiendo de nuevo su papel de Resident evil, Paul W.S. Anderson, 2002; e Invasión a la tierra, Jonathan Liebesman, 2011) es un remedo de la Vasquez de Aliens: El regreso, James Cameron, 1986, pero pasada por el tamiz de lo políticamente correcto. Finalmente, Norm (Moore, con papeles en Hatchet, Adam Green, 2006, y Tiburón 3D: La presa, David R. Ellis, 2011) y Max (Rao, visto en Arrástrame al infierno, Sam Raimi, 2009, y Origen, Christopher Nolan, 2010) son meras comparsas. Pero lo peor llega en el bando de los malvados (Cameron se ha olvidado de los personajes que forman el espectro intermedio). Por un lado tenemos a un empresario sin escrúpulos llamado Selfridge (Ribisi), cuya presentación jugando al minigolf nos da una idea de lo frívolo que es, y cuyo único fin es hacerse con el Inobtanio, ese mineral que se cotiza a 20 millones el kilo (la verdad que es para pensárselo), aunque para lograrlo tenga que arrasar Pandora y todo lo que en ella habite. El brazo armado para ejecutar dicha tarea viene comandado por Quaritch, al que conocemos arengando a sus hombres (un belicista de tomo y lomo, vamos). Así que tenemos, por el lado de los buenos, a una raza de nativos a los que quieren expulsar de sus tierras y a un grupo de ecologistas empeñados en ayudarlos a toda costa, y por el lado de los malos, a empresarios y militares sin corazón (el discurso de Quaritch a sus hombres antes de que dé comienzo la gran batalla -“Nuestra única estrategia es el ataque preventivo. Combatiremos el terror con terror”-, que parece sacado de cualquier intervención de George W. Bush, resulta maniqueo hasta el extremo), ¿Quién dijo tópico? Además hay que añadir que el mensaje ecologista que se promulga carece de profundidad y relevancia, incluyendo una tabarra espiritual y mística bastante indigesta, acentuado por cierto manto de hipocresía (la película, pese a ser la más taquillera de la historia -2200 millones de $ de recaudación a nivel mundial- supuso un gasto de 250 millones para crear poco más de dos horas de entretenimiento disfrutable, en su mayor parte, en países desarrollados).
Para equilibrar la balanza, es justo decir que la película consigue alcanzar ciertos momentos épicos e incluso emotivos: La carrera de Jake nada más estrenar su avatar, sintiendo por primera vez en mucho tiempo (recordemos que es parapléjico) el tacto de la tierra en sus pies descalzos; la llegada de Sully en el majestuoso Toruk, ante los abatidos Na´vi, erigiéndose como la última y única esperanza; la arenga de aquel ante el pueblo, al que enardece, convirtiendo los murmullos iniciales en vítores y gritos ante sus palabras, que animan a pedir ayuda al resto de clanes para plantar cara al invasor; el viaje emprendido por Jake a lomos de Toruk, acompañado por Neytiri, visitando a las tribus de Pandora para recabar su apoyo (destaca ese plano de gran belleza que muestra a los ikrans posados en el precipicio, despegando y sobrevolando la rompiente); o el mencionado contraataque en la batalla final (pese a su predecibilidad). También está lograda (y correctamente desarrollada) la historia de Eywa, la diosa de los Na´vi formada por todos los seres vivos que habitan Pandora, así como por sus conocimientos, creándose un complejo entramado de sabiduría que crece constantemente y que es compartida (y ampliada) por todos los animales y plantas del entorno. De igual manera, cuando uno de ellos muere, su pérdida es sentida por todos los demás.
En fin, una película entretenida que supone una auténtica revolución técnica en todos los sentidos, pero nunca una de tipo cinematográfico, tal y como se ha intentado vender (de acertadísimas se pueden calificar las palabras de Pablo Kurt en Filmaffinity: “…es una lástima que Cameron haya tardado 12 años para ofrecernos una deslumbrante sucesión de superwallpapers dinámicos en 3D... con un guión que se escribe en una semana. ¿Que muchos la ponen por las nubes de Pandora? Genial para ellos; si alguien ve profundidad en estos personajes planos, que me preste sus gafas, por favor”). Atención a la edición extendida en DVD y Blu-ray, que incluye 16 minutos de metraje adicional, casi todo referente a escenas de batalla y similares.
(7,5/1)