1990: LOS GUERREROS DEL BRONX (Enzo G. Castellari) / 1982: Mark Gregory, Stefania Girolami, Fred Williamson, Vic Morrow, Christopher Connelly, Ennio Girolami, George Eastman, John Loffredo, Betty Dessy, Rocco Lerro, Massimo Vanni, Angelo Ragusa, Giovanni Bonadonna, Carla Brait.
El Bronx se ha convertido en una zona de constantes batallas entre las bandas que dominan los distintos barrios de la zona, y que ansían gobernar todo el distrito. Ann (Girolami) es una joven adinerada que va a heredar uno de los mayores imperios armamentísticos mundiales y, ante el juego de intereses al que está a punto de verse sometida, huye de Nueva York, refugiándose al otro lado del río Harlem y yendo a parar a los dominios de Trash (Gregory, un auténtico prodigio de hieratismo -su gesto no varía ni una sola vez a lo largo del metraje- y rigidez -atención a su forma de caminar, completamente erguido y tieso, tal y como si llevase un corsé de hierro forjado o como si tuviese un palo de una escoba metido en el trasero-. El actor fue descubierto por el propio Castellari, y su filmografía se reduce a la aparición en la secuela de ésta película, dirigida por el mismo Castellari y titulada Fuga del Bronx, 1983) y su banda, moteros que cabalgan a bordo de sus Harley Davidson por las desiertas calles de una ciudad semiderruida sin otro objetivo que sobrevivir un día más a la hostilidad de la jungla urbana. Un mercenario conocido como Hammer (Morrow, que tuviera papeles destacados en Humanoides del abismo, Barbara Peeters, 1980; y En los límites de la realidad, Steven Spielberg, Joe Dante, John Landis & George Miller, 1983) será requerido por los mandamases de la empresa para adentrarse en el Bronx y recuperar a la chica, a la que necesitan para proseguir con su negocio.
Los guerreros del Bronx fue la primera exploitation realizada en Italia (y es que no hubo subgénero fantástico que el país mediterráneo no se atreviese a exprimir, desde los zombis hasta el slasher, pasando por las posesiones diabólicas o el apocalíptico, al que pertenece el filme analizado) surgida al calor de los éxitos de Mad Max: Salvajes de la autopista, George Miller, 1979 y sus secuelas, así como de The Warriors, Walter Hill, 1979; o 1997: Rescate en Nueva York, John Carpenter, 1981 (de todas ellas toma su estética, o la existencia de diversos grupos que luchan por la supremacía, pero resulta curioso comprobar que sería el propio Carpenter el que tomaría prestada para la secuela -2013: Rescate en L.A., 1996- de la última de las películas mencionadas la idea de una joven influyente que huye de la comodidad de su hogar para refugiarse en uno nuevo y supuestamente mucho más peligroso, y cuyo rescate es encomendado a un mercenario -el duro aunque íntegro y sensato Snake interpretado por Kurt Russell en la película citada, y el despreciable y cobarde Hammer del filme que nos ocupa-). Como suele ocurrir en estos casos, nos hallamos ante un producto en las antípodas de los modelos que pretende copiar, debido a su escasez presupuestaria y a la precariedad de los medios empleados (el vestuario de las tribus urbanas que aparecen es irrisorio en todos los casos, pero el de los patinadores con casco blanco similar a una bacinilla y las hombreras de plástico, así como el de aquella otra cuyos miembros visten sombreros y trajes con brillantina y lentejuelas y que portan un bastón, con la cara pintada como si fuesen miembros de Kiss -atención al desopilante numerito musical que se marcan antes de empezar a pelear-, se llevan la palma. De todas maneras, los zarrapastrosos Buitres no se quedan atrás), a su corto calendario de rodaje, y a la participación de un elenco entre los que se encuentran actores italianos casi amateur (al clan Girolami se une Loffredo, que interpreta a Ice, el traidor, y cuyo accidente en moto parece de todo menos preparado, o Eastman, el caníbal de Gomia: Terror en el mar Egeo, Joe D´Amato, 1980) o americanos que vivieron tiempos mejores (el mencionado Morrow o Fred Williamson, que da vida a The Ogre, y al que vimos en El guerrero del mundo perdido, David Worth, 1983; Los nuevos bárbaros, Enzo G. Castellari, 1983; Roma año 2072 D.C.: Los gladiadores, Lucio Fulci, 1984; Abierto hasta el amanecer, Robert Rodríguez, 1996; o Los chicos del maíz 5: Campos de terror, Ethan Wiley, 1998), todo ello dirigido con total torpeza por un Castellari que cuenta con un cameo como vicepresidente de la empresa y que nos ha legado otras “joyas” como Los fríos ojos del miedo, 1971; El último tiburón, 1981 (estrenada en nuestro país por la productora de José Frade como Tiburón 3 antes de la que sería secuela homónima y oficial realizada por Joe Alves, con el único fin de aprovechar el tirón de la saga original); o Los nuevos bárbaros, 1983, y que nos deleita con un final tan surrealista como ridículo (Hammer riéndose como un poseso esperando a ser arponeado por Trash mientras que sus huestes fríen con lanzallamas a los hombres de éste último -aunque más bien parecen morir por los flashes de luz que despiden los fogonazos, tal y como se puede apreciar en ese plano repetido hasta la saciedad-). Pese a todo, tiene un mínimo pase debido a su desvergüenza y a su falta de pretensiones, así como a la existencia de algunos momentos de humor involuntario.
(3,5/3)
CARÁTULAS Y POSTERS
TRAILER USA 1
TRAILER USA 2
TRAILER USA 3
COMENTARIOS
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BayonBilly (lunes, 27 abril 2015 22:12)
La inexpresividad de Mark Gregory tambien puede tener origenes en Conan el bárbaro.
Genial película a pesar de su falta de presupuesto y guion XD