ALMAS DE METAL 2: MUNDO FUTURO (Richard T. Heffron) / 1976: Peter Fonda, Blythe Danner, Arthur Hill, Yul Brinner, John P. Ryan, Stuart Margolin, Allen Ludden, Robert Cornthwaite, Angela Greene, Darrell Larson, Nancy Bell, Bert Conroy, Dorothy Konrad, John Fujioka, Dana Lee.

   Chuck (Fonda, uno de esos actores con un larguísimo historial cinematográfico, alejado casi siempre del fantástico, salvo en honrosas excepciones como Historias extraordinarias, Federico Fellini, Louis Malle & Roger Vadim, 1968, donde trabajó con Jane, su hija, en el segmento Metzengerstein, o 2013: Rescate en Los Ángeles, John Carpenter, 1996), un periodista que trabaja para un periódico local, recibe una llamada de un antiguo trabajador de Delos, que le cita para darle cierta información sobre el parque recreativo que cerrase cuando los robots comenzaron a actuar por su cuenta, eliminando a la mayoría de visitantes, y que ahora vuelve a abrir sus puertas. El reportero acude a la inauguración junto a otros invitados, principalmente altos mandatarios, grandes empresarios y políticos. Una vez allí, se encuentra con Tracy Ballard (Danner, la madre de Gwyneth Paltrow, vista en Expediente X: Enfréntate al futuro, Rob Bowman, 1998), una presentadora de televisión con la que tuvo algún encontronazo en el pasado, pero por la que, en el fondo, se siente atraído. Ambos llevarán a cabo una investigación, descubriendo que el objetivo de los nuevos propietarios no tiene nada que ver con el recreo y el esparcimiento de sus clientes.

   Menospreciada secuela de Almas de metal, el filme de culto dirigido por Michael Crichton en 1973, y que, como suele suceder en bastantes ocasiones, no está del todo mal (más aún teniendo en cuenta que la ya citada película original, en el fondo, tampoco era gran cosa). La química entre Danner (a la que su partenaire llama constantemente Calcetines por una anécdota sucedida tiempo atrás) y Fonda es palpable, lo que provoca que los momentos en los que se opta por el humor sean bastante aceptables. Además, la historia tiene cierto poso, ya que el propósito que persiguen los nuevos gerentes es del todo inquietante: Suplantar a todos los invitados (como ya hemos dicho, gente de las altas esferas) por dobles robóticos, con el fin de hacerse paulatinamente con el control del gobierno, del ejército y de las grandes empresas, una idea que evoca, en parte, a lo que sucedía en la novela Los ladrones de cuerpos, Jack Finney, 1955, que a su vez inspiró tres notables películas como La invasión de los ladrones de cuerpos, Don Siegel, 1956; La invasión de los ultracuerpos, Philip Kaufman, 1978; y Secuestradores de cuerpos, Abel Ferrara, 1993. También resulta llamativo el hecho de que las series de robots vayan numerándose según se fabrican nuevas evoluciones (la 100 para los más antiguos, la 700 para los más modernos), algo que James Cameron tomara prestado para su Terminator, 1984, anteponiendo, en su caso, la famosa T.

   Lástima que algunos detalles no la dejen brillar a mayor altura (ese vídeo que observan los científicos que crean el segundo parque, y que consiste en imágenes de la primera película en las que se contempla la matanza perpetrada por los androides -¿Se habrán comprado la película en DVD y la están volviendo a ver?-; la aparición injustificada y totalmente ridícula de Yul Brinner en un sueño erótico, siendo el objeto de deseo de Tracy -¿Cómo, si supuestamente no lo ha visto nunca?-; o el momento en el que los dobles de Chuck y Ballard comienzan a perseguir a los originales, con el fin de eliminarlos -¿Se puede saber porqué llevan la misma ropa y calzado que los auténticos?-), quedándose en un producto entretenido y pasable sin más.

(6/1)

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