BATALLA MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS (Kinji Fukasaku) / 1968: Robert Horton, Luciana Paluzzi, Richard Jaeckel, Bud Widom, Ted Gunther, David Yorston, Robert Dunham, Gary Randolf, Jack Morris, Eugene Vince.
Un gran asteroide se dirige a la Tierra. La colisión es inminente y las consecuencias de la misma pueden ser devastadoras para cualquier especie que habite en el planeta. La última esperanza consiste en enviar a un grupo de expertos astronautas que hagan volar por los aires el meteorito. Al mando se encuentran los comandantes Jack Rankin (Horton, un habitual de la serie Alfred Hitchcock presenta en la época que va desde 1956 a 1960) y Vince Elliot (Jaeckel, prestigioso actor con puntuales apariciones en el género -Grizzly, William Girdler, 1976; Mako, William Grefe, 1976; o El día de los animales, William Girdler, 1976-), que deberán dejar de lado sus diferencias (el segundo sale con la doctora Lisa Benson -Paluzzi-, anterior pareja del primero) para cumplir su misión con éxito. El regreso se produce en olor de multitudes, pero con la expedición llega oculta una extraña sustancia de tono verdoso y de origen extraterrestre (de ahí el título original del filme: The green slime, o El cieno verde) que comienza a crecer y a alimentarse de la energía del complejo espacial, poniendo en peligro el mismo y a todos aquellos que en el conviven.
Rodada en los estudios cinematográficos de Tokyo por el director japonés Kenji Fukasaku (realizador de Battle royale, 2000; y Battle royale 2: Requiem, 2003, ésta última finalizada por su hijo Kenta después del fallecimiento del progenitor), resulta difícil no sentir cierta simpatía por esta pequeña producción de ciencia ficción de la década de los sesenta al ser observada hoy en día. La sencillez, ingenuidad y simpleza de su propuesta (esos extraterrestres de porexpan, ciclópeos y con extremidades tentaculares, y que se alimentan de la electricidad que circula por la nave espacial, por la que se desplazan a velocidades ridículas; esos héroes impertérritos, dispuestos a enfrentarse a cualquier eventualidad, de rictus pétreo e inalterable, más aún, si cabe, que los alienígenas de cartón piedra…), así como de la puesta en escena (esas miniaturas y esas naves espaciales hechas con el Lego o con el Tente de los sobrinos…), no pueden más que dibujar una sonrisa en el rostro de los que hoy tenemos el privilegio (algunos dirán que dudoso. Yo diré que privilegio al fin y al cabo) de poder recuperar y contemplar filmes como éste. Por otro lado, la historia de amor de fondo (¿Alguien duda en algún momento con quién acabará la bellísima y resolutiva doctora y qué será del otro contendiente?), innecesaria y predecible, poco añade al conjunto.
(3,5/1)