DOOMSDAY: EL DÍA DEL JUICIO (Neil Marshall) / 2008: Rhona Mitra, Bob Hoskins, Alexander Siddig, David O´Hara, Adrian Lester, Rick Warden, Nora-Jane Noone, Leslie Simpson, Chris Robson, Sean Pertwee, Darren Morfitt, Craig Conway, Lee-Anne Liebenberg, MyAnna Buring, Martin Compston, Cal Macaninch, Malcolm McDowell, Emma Cleasby.

 

   Un virus mortal asola Inglaterra. La enorme zona en la que se concentra el contagio es aislada mediante un muro infranqueable, dejando a parte de la población completamente incomunicada y abandonada a su suerte. Años después se produce un rebrote del virus en el exterior, lo que unido al hecho de que se detecte vida en la zona restringida provoca que el gobierno envíe a la misma, en busca de una posible cura para la enfermedad, a una expedición militar que se tendrá que enfrentar a multitud de peligros, entre los que se encuentran los pobladores de la zona, ahora salvajes y caníbales hambrientos alejados de cualquier regla cívica o moral.

 

   Marshall, director de la notable Dog soldiers, 2002, y de la mayúscula The descent, 2005, decidió rendir un más que sentido homenaje al cine ochentero de tendencias apocalípticas (fijándose, en especial, en las obras de George Miller y John Carpenter, sus principales referentes -incluso dos de los personajes reciben los apellidos de ambos realizadores-), aunque incluyendo guiños aquí y allá a otros subgéneros (siempre dentro de los parámetros del terror, la fantasía y la ciencia ficción). Así, el director británico prepara un coctel en absoluto indigesto (más bien todo lo contrario), que se transforma en un auténtico guilty pleasure (literalmente, “placer culpable”, término que se refiere a aquellas películas de dudosa calidad artística -al menos para los críticos sesudos, porque si algo queda claro con el filme que nos ocupa y con los dos ya mencionados, es que Marshall sabe cómo y dónde colocar una cámara para que la escena resulte lo más impactante posible-, que suponen un divertimento trepidante, entretenido y mucho más honesto que la mayoría de las estruendosas superproducciones que suelen inundar la cartelera. Podrían citarse como ejemplos de este calificativo filmes como Resident evil: Extinción, Russell Mulcahy, 2007; o cualquiera de la saga Destino final, con la excepción del anodino cuarto capítulo) que encadena trepidantes set pieces de acción sin dar respiro al espectador (atención al vibrante score de Tyler Bates, un auténtico experto a la hora de crear bandas sonoras en películas de género).

 

   El filme se abre con esa voz en off que nos explica el origen del virus (en una sucesión de escenas que nos retrotraen a la genial 28 días después, Danny Boyle, 2002, otra obra reciente surgida del talento de un realizador británico), y pronto asistimos a esa lucha desigual entre población civil y militares, los primeros intentando salir de la zona que será aislada, y los segundos poniendo todos los medios para evitarlo (aquí contemplaremos la primera de las múltiples escenas gore que salpican el metraje, con ese contagiado que intenta colarse entre el gentío, siendo tiroteado sin miramientos -su mano vuela destrozada debido a uno de los múltiples impactos de proyectil que recibe-). También observamos a una madre que intenta que los soldados se lleven a su hija al exterior, logrando su objetivo, no sin antes ser testigo de cómo su pequeña pierde un ojo por culpa de una bala perdida.

 

   Un salto temporal de un par de décadas, cuando el virus ya parece erradicado por completo, nos permite conocer a la Mayor Eden Sinclair (una hierática Mitra, en un papel hecho a su medida). Su parche en el ojo (un claro homenaje al Snake Plissken interpretado por Kurt Russell de 1997: Rescate en Nueva York, John Carpenter, 1981, y 2013: Rescate en Los Ángeles, ídem, 1996) nos indica que nos encontramos ante la niña que viéramos instantes antes junto a su progenitora. La mujer, perteneciente a un grupo especial de élite, se encuentra en una operación junto a un superior, intentando capturar a un traficante de esclavos. La misión termina con la muerte de éste, pero también con la del compañero de la chica (su cabeza es destrozada, en primer y sangriento plano, por el disparo de una escopeta de cañón recortado colocada en su sien). Inmediatamente descubrimos que el virus rebrota en pleno Londres, lo que hace que el presidente Hatcher (Siddig) y su ayudante Cannaris (O´Hara) seleccionen a Sinclair (por indicación de Bill Nelson, el protector de ésta, un agente gubernamental interpretado por Hoskins) para dirigir un comando (cuya presentación nos trae ecos de Aliens: el regreso, James Cameron, 1986, o Depredador, John McTiernan, 1987) que se infiltrará en el área prohibida en busca de Kane, un doctor que podría tener un antivirus para la enfermedad, utilizando como vehículo dos enormes carros blindados (el splatter vuelve a tomar protagonismo, cobrándose como víctimas a dos inocentes animales: Un conejo es desintegrado por una torreta situada en una muralla. Casi de inmediato, uno de los transportes atropella salvajemente a una vaca, mostrándose al espectador el resultado del accidente -una escena similar tenía lugar en Dog soldiers-).

 

   Un paseo por Glasgow a bordo de los vehículos (en esta ocasión los matte paintings y los efectos infográficos utilizados para mostrar una ciudad completamente desolada e invadida por la vegetación resultan un poco falsos) nos lleva hasta un nuevo y trepidante set piece, cuando el grupo se adentra en un hospital en busca de información sobre Kane. Allí serán asaltados por los supervivientes al contagio (ojo a ese pico que atraviesa el casco y la cabeza de uno de los soldados), salvajes (dentro de poco descubriremos que también son caníbales) de estética punk que intentan acabar con los recién llegados, comenzando así un nuevo tiroteo que nos deja una buena dosis de sangre. Mientras, el conductor de uno de los blindados sale a auxiliar a una joven que parece ida, subiéndola al vehículo y metiéndola en una camilla de aislamiento. Cuando vuelve a su asiento, la chica escapa, seccionándole la garganta con un cuchillo. Una granada que cae de la mano del moribundo hace que el carro estalle, quedando inutilizado. El otro carro, perseguido por los bárbaros, llega a la salida de emergencia para recoger al resto del grupo (atención a ese túnel en el que se reflejan las sombras de los perseguidores mientras oímos sus gritos, en escena que referencia directamente a 28 días después), emprendiendo de nuevo la huída cuando todos se suben al interior (Marshall nos vuelve a obsequiar con una nueva dosis de sangre y tripas, con ese bárbaro a lo Braveheart que es atropellado por el vehículo). La muerte de Read (Noone, vista en The descent), la conductora, a causa de una flecha que lanza uno de los salvajes, provoca el vuelco del vehículo y la captura de Eden y el Doctor Talbott (Pertwee, un habitual del género, que ya trabajó a las órdenes de Marshall en Dog soldiers, y que también ha sido visto en Horizonte final, Paul W. S. Anderson, 1997; La sombra del faraón, Russell Mulcahy, 1998; Soldier, Paul W. S. Anderson, 1998; Equilibrium, Kurt Wimmer, 2002; o Crónicas mutantes, Simon Hunter, 2008).

 

   Todo esto nos conduce a la presentación del villano de la película, Sol (un espectacular Conway -otro habitual de Marshall-, que parece disfrutar de cada segundo en pantalla. Su tatuaje en la espalda puede interpretarse como un homenaje a 28 días después), el líder de los caníbales, y de su pareja, Viper (Liebenberg, una doble de acción que también deja su sello), primero interrogando a Sinclair, y luego en el asombroso show que montan (atención a Sol y su espectáculo -similar al visto en The warriors, Walter Hill, 1979-, en el que se comporta como una auténtica estrella del rock, bailando por el escenario y jaleando a su público) ante una jauría enfervorizada y que finaliza con el sacrificio de Talbott. El ambiente festivo que se respira termina de súbito con la aparición del vehículo (que responde al referencial nombre de Griller killer, o Asesino asador, y que recuerda al título de la película de Ferrara -Driller killer, 1979-) que porta a la desdichada víctima, momento en el que intuimos que algo desagradable va a suceder. Su muerte, abrasado, pone los pelos de punta, al igual que el posterior desmembramiento de su cadáver, realizado por Viper y por el carnicero, que reparten los restos entre los caníbales.

 

   Un montaje simultaneado con lo anterior nos muestra la huída de Eden de su celda, acabando eficazmente con sus guardianes y con Viper, con la que mantiene una cruenta pelea que termina con la impactante muerte de ésta: es agarrada por el pelo por una prisionera a través de los barrotes de su celda, momento que aprovecha Sinclair para cercenarle un brazo y cortarle la cabeza. La rea huirá con la protagonista, pues parece conocer el paradero de Kane. Así asistimos a una nueva y dinámica set piece, con las dos chicas intentando llegar a la estación de tren, mientras que Norton y el Doctor Stirling (Lester y Morfitt respectivamente), los otros dos supervivientes del comando, son avisados por radio por Sinclair para que, igualmente, se dirijan al apeadero. Ellas no tendrán ningún problema para alcanzar su objetivo, salvo ese encuentro con el arquero que protege la locomotora, y que resulta ser amigo de Cally (Buring), la prófuga, pero los hombres sufrirán un tropiezo con Sol y sus colegas (atención a ese plano en contrapicado en el que vemos las dos motos saltando sobre los soldados y el camión volcado), que les persiguen en un destartalado autobús por las calles de la ciudad, llegando al final a la estación, en la que el líder de los caníbales y su banda están a punto de alcanzarles. La carrera desesperada por el andén (The warriors de nuevo), tras saltar las taquillas, con los motoristas pisándoles los talones (la labor de los especialistas manejando las motos es impresionante: si resulta espectacular el salto de las vías por uno de los vehículos, la caída de otro de los pilotos, partiéndose el cuello, no lo es menos, al igual que un tercero que adelanta a sus compañeros, blandiendo la maza que le arrebata a uno de éstos, y que finalmente cae derribado tras ser golpeado brutalmente por Sinclair). El remate final también es destacable, con nuestros héroes, exhaustos, subiéndose en última instancia en el vagón (con ese bonito plano de la locomotora recortándose a contraluz, efecto que Marshall volverá a utilizar posteriormente, ésta vez mostrándonos la silueta de un caballero frente a un castillo), mientras que Sol, frustrado en el borde del andén, grita y golpea en la cara a uno de sus colegas (el stunt sufrió la fractura de su nariz en la escena que aparece en la película).

 

   La huida del grupo por las montañas, con esos planos aéreos, suponen una vaga referencia a El señor de los anillos: La comunidad del anillo, Peter Jackson, 2001 (tenemos hasta un arquero que evoca a Légolas), al igual que el atajo subterráneo que toman para evitar un paso elevado y peligroso, que recuerda a la travesía por Moria. El grupo será nuevamente capturado, esta vez por una expedición de hombres a caballo, que los llevan prisioneros a un castillo en el que por fin conocen a Kane (Mc Dowell, recuperado para el género, como también atestiguan sus apariciones en Halloween: El origen, Rob Zombie, 2007; y Halloween II, ídem, 2009), que se ha erigido como una especie de señor feudal moderno, y que resulta ser el padre de Cally (los anacronismos son continuos con respecto a la época medieval en la que parecen vivir los habitantes de la fortaleza: véase esa tienda de regalos que vemos a la entrada de la misma).

 

   Un pequeño inciso nos muestra el asalto de un infectado al edificio en el que se encuentra Hatcher. Aquel no tiene reparo en utilizar la cabeza y la mano de un guardia, amputados previamente, para acceder al ascensor que lleva a los pisos superiores (bloqueado al precisar de reconocimiento ocular y huellas dactilares). Una vez arriba, prosigue su recorrido eliminando a golpe de hacha a todo aquel que se interpone en su camino, siendo finalmente interceptado por Nelson, que le dispara, pero consiguiendo su objetivo, pues parte de su sangre salpica la cara del presidente, que es de inmediato aislado por orden de Cannaris, suicidándose aquel en la habitación donde es recluido.

 

   De regreso al castillo, Sinclair es obligada a participar en un duelo a muerte contra un enorme caballero blindado con una imponente armadura. La lucha desigual parece decantarse a favor de éste último (la aridez del escenario y la brutalidad del combate consiguen hacer que sintamos los golpes), hasta que la joven consigue escalar uno de los muros, lanzando a un caudillo a la arena y haciéndose con su arma (la cabeza del desdichado será aplastada en primer plano con el mazo del combatiente, después de que Eden esquive el golpe dirigido a ella), cuyo pico es utilizado finalmente para atravesar el casco y la cabeza del adversario. El montaje paralelo a la lucha nos muestra la fuga de Norton, Stirling y Cally, evitando el primero, además, que la protagonista sea abatida por un arquero. Una nueva fuga lleva a los cuatro supervivientes al subterráneo que usaran como atajo poco tiempo atrás, descubriendo que se trata de un vasto almacén en el que encuentran, entre otras cosas, un Bentley que utilizan para huir, siendo Norton abatido a flechazos en el momento en que se disponen a abandonar el túnel.

 

   Ya en la carretera se encuentran con Sol y sus hombres (ese plano en el que vemos los automóviles “tuneados” y todo lo que sucede a continuación es una clarísima alusión a la parte final de Mad Max 2: El guerrero de la carretera, George Miller, 1981). Se inicia así la persecución definitiva, esta vez a bordo de vehículos de toda clase (destaca ese que lleva un oso de peluche en el morro; otro que tiene una pegatina en la que se lee: “Tu mierda es nuestro pan con mantequilla”; o el que lleva Sol, con la cabeza de Viper sujeta en el asiento del acompañante). Obviando el detalle de cómo es posible que las chatarras sobre ruedas que conducen los caníbales sean más veloces que el Bentley de nuestros protagonistas, nos encontramos ante una secuencia salvaje, llena de accidentes (primero será el coche policial el que se despeñará por un barranco; luego, una de las furgonetas chocará con la moto del piloto que recibe un balazo de Sinclair, estallando y volando por los aires; el triciclo que porta al hombre de cuero se estrellará con otro vehículo en la cuneta, convirtiéndose en una bola de fuego…), y de secuencias sangrientas (la cabeza de Viper es atravesada por una flecha disparada por una ballesta -atención a la reacción desesperada y divertida de Sol-; uno de los perseguidores es lanzado contra un coche volcado, siendo arrollado –estallido de sangre mediante- por otro automóvil; otro intenta saltar sobre el Bentley, que acelera, con la consiguiente caída al asfalto del hombre, que es atropellado por el coche en el que iba…), tan grotescas que rozan el cartoon (no me parece absurda la comparación con los dibujos de Los autos locos -o Wacky races en su versión original- de Hanna-Barbera), y que culminan con la entrada en escena de ese autobús salido del infierno (o Belcebús, nombre que se puede oír en los comentarios del DVD y que demuestra el tono desprejuiciado del filme y del rodaje del mismo) que derrapa y se queda cruzado en la carretera. De inmediato se abrirá una trampilla lateral desde la que varios hombres lanzan sierras circulares contra el vehículo de los protagonistas, que avanza acelerando hacia el obstáculo con Sol montado en el techo. El impacto es espectacular, explotando el autobús al ser atravesado por el Bentley, que aterriza intacto (yo quiero uno), mientras que la cabeza de Sol, seccionada por el choque, vuela por los aires hasta estrellarse contra la cámara. Nuestros héroes están, al fin, a salvo.

 

   El hecho de que se encuentre la vacuna o no es lo de menos (eso sí, el final es tan gamberro como el resto del filme, con Eden Sinclair volviendo a la zona aislada portando la cabeza de Sol a modo de trofeo y erigiéndose como nueva líder de los caníbales, a la espera de la llegada de los hombres de un Cannaris sediento de venganza), porque Marshall nos ha proporcionado noventa minutos de delirio puro y duro, de diversión simpática y jocosa, de gore salvaje y cruento, de homenajes cinéfagos constantes... Vamos, que nos ha hecho disfrutar y regocijarnos como niños, como amantes de ese cine que no se preocupa de que lo que muestra es coherente o realista, sino de cumplir con su único (y legítimo) objetivo: divertir y entretener sin engañar. Gracias, señor Marshall, porque una vez más lo ha logrado.

 

(8/7)

CARÁTULAS Y POSTERS

TRAILER USA 1

TRAILER ESPAÑA 1

COMENTARIOS

Escribir comentario

Comentarios: 0

PELÍCULAS EN LA WEB

Ciencia Ficción:        33

Terror:                  394

Fantasía:                 10

TOTAL:                     437

CARÁTULAS Y

POSTERS:            19880

PODCASTS:

 

Los jinetes del apodcastlipsis.

 

Enlaces a todos los programas del podcast en el que hablamos de cine, literatura, series, videojuegos o música, siempre relacionados con el cine de terror.