ABIERTO HASTA EL AMANECER (Robert Rodríguez) / 1996: George Clooney, Harvey Keitel, Juliette Lewis, Ernest Liu, Quentin Tarantino, Salma Hayek, Danny Trejo, Cheech Marin, Tom Savini, Cheech Marin, Fred Williamson, Michael Parks, Brenda Hillhouse, John Saxon, Marc Lawrence, Kelly Preston, Greg Nicotero, Wayne Toth.

   Los hermanos Gecko, dos ladrones de gatillo ligero (un sobreactuado Tarantino y un más que notable Clooney) que huyen de la ley tras una serie de robos y asesinatos, se encuentran en su camino con un pastor (al que da vida Keitel, uno de los actores fetiche de Tarantino, visto en Reservoir dogs, 1992, y ya dentro del género, en Los ojos del diablo, Darío Argento & George A. Romero, 1990) y los hijos de éste (interpretados por Lewis y un sosísimo y prescindible Liu, que no aporta absolutamente nada al filme), a los que secuestran y toman como rehenes. Tras una larga huida consiguen llegar a la frontera mexicana, ocultándose en un bar de carretera que cuenta con el curioso nombre de La teta enroscada (en el cual presenciaremos la mítica escena del baile de una debutante y espectacular Salma Hayek, vestida como una diosa azteca, que se contonea mientras una pitón gigante se enrosca sobre su cuerpo -afortunado reptil-, para el delirio de los clientes de la taberna y del espectador), en el que los hermanos conciertan una cita con su intermediario. Tras relacionarse con alguno de los personajes que pululan por el antro (entre los que se encuentran el maestro de los FX Tom Savini, que interpreta a Sex Machine, un camionero que esconde una pistola en su bragueta; otro experto en la materia como Nicotero, de KNB FX Group -compañía que además se encargó de los efectos especiales del filme-; Williamson en el papel de Frost, que también se unirá al grupo de supervivientes junto al primero; o Toth, en un cameo como vampiro), la caída de la noche descubre la verdadera identidad de la mayoría de los individuos que permanecen allí: Nada más y nada menos que vampiros sedientos de sangre. Será entonces cuando empiece una sangrienta lucha por la supervivencia entre los pocos seres humanos que aún quedan en el bar y las criaturas.

   La película se divide claramente en dos partes: La primera mitad es la típica película que podría firmar Tarantino, con acción endiablada (fantásticos los primeros diez minutos, en donde los atracadores llegan a una tienda de carretera con dos jóvenes secuestradas, coaccionando a su propietario -Un asustadísimo Hawkes, al que ya vimos junto a George Clooney en La tormenta perfecta, Wolfgang Petersen, 2000, y en el estimable film de género Identidad, James Mangold, 2003-, para que los oculte ante la llegada del sheriff. La paranoia enfermiza del hermano atracador interpretado por Tarantino, empeñado en que el dueño de la tienda le hace señas al agente, provocará la muerte de ambos -Espeluznante y aterradora la de Hawkes: Parapetado tras el mostrador con un arma, no puede evitar que las botellas que se sitúan sobre él sean tiroteadas, derramándosele el alcohol encima, momento que aprovechan los ladrones para lanzar un rollo de papel higiénico ardiendo a la barra, que se incendia de inmediato, abrasándole y obligándole a salir para morir acribillado a balazos-. A continuación, los atracadores huyen caminando tranquilamente mientras discuten sobre lo adecuado de organizar una carnicería en todo lugar donde se detienen, tomando rehenes y eliminando policías y civiles, o si es mejor pasar desapercibidos, todo ello mientras vemos la gasolinera volar en mil pedazos tras ellos. Brillante la forma en que Rodríguez transforma una escena dramática en algo hilarante) y diálogos ágiles y mordaces teñidos con ese humor negro tan característico de Tarantino. En la segunda parte tenemos a los protagonistas haciendo frente a toda una horda de vampiros, abundando en ella los desmembramientos, empalamientos, cuellos seccionados y todo lo que se le pueda ocurrir a cualquier buen aficionado al género que se precie y que disfrute con estos pequeños divertimentos que de vez en cuando se dignan en brindarnos. Merece mención especial ese plano final en que la cámara asciende desde la parte frontal del bar para mostrarnos su tejado y finalmente su parte posterior, haciéndonos testigos de la verdadera naturaleza del mismo: Un enorme templo azteca semienterrado, alrededor del cual se amontonan cientos de vehículos destrozados, pertenecientes a las víctimas de las criaturas que moran en el antro.

(6,5/7)

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