ABUELAS RABIOSAS (Emmanuel Kervyn) / 1988: Catherine Aymerie, Caroline Braeckman, Richard Cotica, Danielle Daven, Robert Du Bois, Florine Elslande, Anne-Marie Fox, Franklin Steward Granvel, Paule Herreman, Bobette Jouret.


   Una más de las creaciones de la Troma, la “mítica” productora creada por Lloyd Kaufman y Michael Herz en el año 1974, especializada en producciones de ínfimo presupuesto, que gozan, sin excepción, de una calidad directamente proporcional al mismo, habiendo creado, eso sí, a antihéroes míticos del cine trash como El Vengador Tóxico o El Sargento Kabukiman, ambos protagonistas de sagas propias y fenómenos de todo un fenómeno fan de culto en los Estados Unidos.


   En este caso, el vacuo hilo argumental que sirve para unir escenas supuestamente desagradables (y digo “supuestamente” porque todas las muertes tienen lugar fuera de plano –las limitaciones presupuestarias obligan-, por lo que, en esta ocasión, ni siquiera gozaremos de los excesos gore habituales) narra lo que sucede durante un banquete celebrado por dos “entrañables” (más bien repelentes y cursis) abuelitas, al que acuden una caterva de insufribles familiares, a cual más odioso, desagradable, avaricioso (el único objetivo de todos ellos es hincar el diente a la fortuna de las ancianas) y zopenco, a los cuales deseas la más horripilante, cruel, salvaje y lenta de las muertes desde el primer momento que aparecen en pantalla. Así pues, tendremos a un vendedor de armas, a un chulo, a un cura, a una santurrona, a dos niños repulsivos (eso sí, no tanto como sus padres), a una lesbiana (que será la primera en morir, ¿Quizá por su condición? Una vez más, la Troma y sus inextricables mensajes ideológicos, en ocasiones ultraconservadores y en otras claramente progresistas) y a la pareja de ésta, que a la postre será la única superviviente (de hecho, es la única que se acerca al umbral de la normalidad), después de que el resto caigan en las garras de las dos abuelitas (en las situaciones más absurdas vistas en una pantalla en mucho tiempo), que se convierten (maldición de un familiar desencantado mediante) en dos diablos que parecen sacados de los descartes de Posesión infernal, Sam Raimi, 1981.


   Por lo demás, la película es tan mala que lo único destacable son algunos momentos iniciales (el anuncio rodado por el comerciante de armas que consta de dos versiones, una para Oriente Medio y otra para los países del Este, es, aparte de ingenioso, descacharrante, al igual que las razones que alega el mismo personaje para defender su peculiar negocio cuando es interrogado por las dos ancianitas: “Son para matar comunistas”, esgrime, ni corto ni perezoso, afirmación corroborada por el sacerdote, que zanja con un rotundo “Bueno, si es para acabar con los comunistas”, tras ser también inquirido por sus tías acerca de la moralidad del tráfico de armas), pues en cuanto sucede la doble transformación, todo se reduce a una absurda y aburrida persecución por las dependencias de la mansión, mientras el grupo de ineptos va siendo mermado ante el sopor del espectador, que espera que todo acabe cuanto antes.


(1,5/2)

CARÁTULAS Y POSTERS

TRAILER USA 1

TRAILER USA 2

(Subtítulos japonés)

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