ALONE IN THE DARK (Uwe Boll) / 2005: Christian Slater, Tara Reid, Stephen Dorff, Frank C. Turner, Matthew Walker, Will Sanderson, Mark Acheson.

   El incorregible Boll decidió mancillar de nuevo el honor de un clásico de los videojuegos (antes lo había hecho con una leyenda de las salas recreativas como “House of the dead”, dirigiendo el horrible ¿¿filme?? homónimo en el año 2003, y obteniendo uno de los mayores deshechos de celuloide vistos en pantalla -yo fui uno de los “afortunados” que corrió enfervorecido a la sala de turno ante la perspectiva de encontrarme con una nueva y entretenida película de zombis después de ver, una semana antes, la sobresaliente Amanecer de los muertos, Zack Snyder, 2004. Pobre iluso- a lo largo de la historia del cine), en este caso de una de las sagas más famosas del género Survival Horror, junto a “Resident evil” y a “Silent hill” (ambas ya adaptadas a la pantalla), que han parido los ordenadores personales y las consolas.

   Para ello toma el personaje de Edward Carnby, al que dota de los rasgos de un perdidísimo Slater (El nombre de la rosa, Jean-Jacques Annaud, 1986; El gato infernal, John Harrison, 1990; Entrevista con el vampiro, Neil Jordan, 1994; Cazadores de mentes, Renny Harlin, 2004; El hombre sin sombra 2, Claudio Fäh, 2006…) y de un atuendo consistente en una gabardina mugrienta, y lo envuelve en ella y en una trama absurda, ridícula e incomprensiblemente inextricable que mezcla antiguas civilizaciones ancestrales; demonios primitivos con ganas de fiesta, realizados con chuscos efectos infográficos; zombis de saldo (el director germano vuelve a mostrarnos su catálogo de muertos vivientes saltarines y babeantes, del que ya hiciese gala en la mencionada House of the dead); puertas a otras dimensiones; soldados con rodilleras y cascos de skate; tiroteos lamentables, sincopados y epilépticos a ritmo de música tecno hecha con un Casio (otro factor que repite de su anterior película); actores que vivieron tiempos mejores (Reid está simplemente ridícula haciendo de científica -el hecho de ponerte unas gafas y una coleta mientras muerdes un bolígrafo, fijas la mirada en el infinito y dices frases supuestamente trascendentes no te transforma en una investigadora de carácter-, y su escena de sexo con Slater al ritmo del “7 seconds” de Youssou N´Dour y Neneh Cherry -canción que, por otra parte, habla del racismo ¿¿??- es una de las más forzadas vistas jamás. De Dorff mejor no hablar); y fallos de raccord descomunales (ese cadáver de una militar que mueve la cabeza casi al final del filme; o esos autogiros que despegan como helicópteros civiles y se transforman, por arte de magia, en Apaches con ametralladoras y misiles).

(2,5/3)

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