AMERICAN PSYCHO (Mary Harron) / 2000: Christian Bale, Justin Theroux, Josh Lucas, Bill Sage, Chloë Sevigny, Reese Whiterspoon, Samantha Mathis, Matt Ross, Jared Leto, Willem Dafoe, Cara Seymour, Guinevere Turner.
Patrick Bateman (un Bale sensacional que resulta ser, sin ninguna duda, lo mejor de la película -véase el momento previo al asesinato a hachazos de uno de sus compañeros, hablándole a su víctima borracha de un conocido grupo de los ochenta, mientras baila, se pone el chubasquero y coge el arma para cometer el crimen-) es un alto ejecutivo de éxito que por las noches se convierte en un peligroso asesino en serie, capaz de aniquilar a todo aquel que se cruce en su camino sin ningún tipo de remordimiento de conciencia. Bateman, en un principio cuidadoso con los crímenes que comete, pronto se vuelve torpe y descuidado, lo que hace que la policía, por mediación del detective Kimball (Dafoe), comience a seguirle la pista.
Nos encontramos ante la adaptación de la polémica novela homónima (que yo no he leído y de la que, por lo tanto, no puedo opinar, aunque si la adaptación es fiel, uno no puede explicarse el origen de esa polémica: En primer lugar, la violencia y los crímenes son tan exagerados que acaban resultando grotescos, y por lo tanto, poco creíbles y nada ofensivos, y en segundo lugar, nos encontramos con un desenlace en el que descubrimos que las hazañas psicopáticas de Bateman solo han tenido lugar en la mente de éste, por lo que la historia pierde así parte de su supuesto carácter subversivo) de Bret Easton Ellis publicada en 1991, en la que se realizaba una ácida crítica a los hombres de negocios (o yuppies, como se les conocía en la década de los ochenta, paréntesis temporal en el que se asienta la acción) y a su modo de vida superficial, frívolo, banal y, en definitiva, vacío (la obsesión de los personajes por el culto al cuerpo llega a ser enfermiza). Por este motivo resultan acertadas escenas como la de las tarjetas de visita, en la que Bateman y sus amigos compiten por ver cuál de todos ellos posee la más bonita (y que supone la primera aparición de Paul Allen -Leto, por desgracia, en un papel demasiado corto-, un ejecutivo que confunde a Patrick con otro colega -las confusiones en los nombres son constantes, siendo un reflejo más del grado de vacuidad alcanzado por todos los personajes- y cuya tarjeta se lleva todos los halagos de sus compañeros, causando la furia de nuestro protagonista); todas aquellas en las que alguien se refiere al Dorsia, el restaurante de lujo al que todos aspiran a ir, pero al que solo Allen parece tener acceso (otro motivo más para que Bateman odie a muerte a su compañero); o el momento en el que el asesino, después de eliminar a Paul, se lleva su cadáver mutilado en una bolsa de viaje que deja un reguero de sangre por el edificio, pasando por delante del portero sin que este advierta lo que sucede. Cuando se dispone a guardar la maleta en el maletero, un conocido que pasea junto a su novia le saluda y le pregunta que donde ha comprado una bolsa tan bonita. Además, en determinados momentos, se logra un ambiente turbio y malsano (el primer encuentro de Patrick con las dos prostitutas, en el que observamos que nuestro protagonista disfruta más observándose en el espejo mientras realiza posturitas que en el propio acto sexual con las dos chicas, que, además, serán brutalmente maltratadas por su cliente). El problema es que, pese a la aparición de un elenco de actores sumamente capaces, los personajes que interpretan son, en su completa totalidad, odiosos, pretenciosos y carentes de cualquier característica que los pueda vincular al espectador (aparte de Patrick -la escena en la que asesina al mendigo en la calle porque dice que es un vago y un fracasado resulta repulsiva-, todos sus compañeros, a los que dan vida Theroux, Lucas y Sage, resultan insoportables, por no hablar del repipi y petulante Carruthers, interpretado por Ross, cuya esposa es la amante de Bateman, y del cual descubrimos, en una desternillante escena, que está enamorado, en secreto, de nuestro protagonista. Además, una brillante Witherspoon, que de pura snob acaba resultando simpática, interpreta a la novia de Patrick -atención a su reacción en la escena del restaurante cuando él decide par por finalizada su relación-; Sevigny se pone en la piel de Jean, la secretaria del asesino y la única persona medio normal de todo el reparto, pese a que se deje humillar constantemente por Bateman debido a que está enamorada de él; y Dafoe, finalmente, interpreta al detective encargado de investigar los asesinatos), con lo que el devenir de todos y cada uno de ellos nos es completamente indiferente. Si a ello añadimos un tramo final confuso, exagerado y carente de cualquier verosimilitud que comienza en el momento del asesinato de la prostituta (Patrick persigue completamente desnudo y con una motosierra a la víctima, que grita histéricamente mientras se va topando con los cadáveres de crímenes anteriores, por su casa. La chica logra salir al rellano, continúa desgañitándose y aporrea todas las puertas que se encuentra, comenzando a bajar las escaleras. El psicópata corre tras ella, con el arma encendida en la mano, y vociferando como un loco -y, repito, totalmente desnudo-, deteniéndose y observando el descenso de la joven, mientras deja que la motosierra oscile. En un determinado momento, cuando la chica está a varios pisos de distancia, suelta el arma, que se clava en la espalda de la víctima dejando un inmenso charco de sangre. Evidentemente, nadie ve ni oye nada, algo que solo tiene un mínimo de sentido si damos por hecho que todo pasa en la mente de Patrick), continúa con la locura homicida del yuppie, que comienza a asesinar a todo aquel que se encuentra por la calle (lo del tiroteo con los policías y el hecho de hacer explotar dos vehículos de sendos balazos roza el surrealismo), y acaba con la confesión a su abogado, durante la cual descubre que nada de lo que cuenta ha sucedido realmente, obtenemos un producto sobrio pero que no logra conectar con su público, debido a los motivos anteriores y a la frialdad de su puesta en escena, obra de la escasa pericia de Harron y a la que contribuye la gélida fotografía de Andrzej Sekula, un habitual de los inicios de Quentin Tarantino (Reservoir dogs, 1992; Pulp fiction, 1994).
En el capítulo de curiosidades, citar que otro conocido psicópata, en este caso televisivo (Dexter), utiliza el seudónimo de Patrick Bateman cuando precisa obtener las drogas que utiliza para someter a sus víctimas; que, en la escena en que el protagonista hace abdominales en su piso, en su televisión emiten La matanza de Texas, Tobe Hooper, 1974 (concretamente vemos la escena final, en la que Leatherface blande la motosierra después de que su víctima huya en el camión que se detiene en su auxilio); y que, debido a su ubicación en los ochenta y al gusto del protagonista por la música, en el filme podemos escuchar varios temas de esa década (Lady in red, de Chris De Burgh; Walking on sunshine, de Katrina & the waves; Simply irresistible, de Robert Palmer; Hip to be square, de Mike & the mechanics; o Sussudio, de Phil Collins).
(5,5/4)
CARÁTULAS Y POSTERS
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TRAILER USA 2
TRAILER USA 3
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(Subtítulos español)
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