AMITYVILLE 4: LA FUGA DEL DIABLO (Sandor Stern) / 1989: Patty Duke, Jane Wyatt, Fredric Lehne, Lou Hancock, Brandy Gold, Zoe Trilling, Aron Eisenberg, Norman Lloyd, Robert Alan Browne, Gloria Cromwell, Jamie Stern.

 

   Nancy Evans (Duke), una mujer recientemente enviudada, se muda a casa de Alice, su madre (Wyatt) junto a Amanda (Trilling), Bryan (Eisenberg, visto en House III, James Isaac, 1989; La venganza de los muñecos 2, David DeCoteau, 1991; o en Star Trek: Espacio profundo 9, donde interpretó a Nog a lo largo de 47 episodios, desde 1993 a 1999) y Jessica (Gold), sus tres hijos. Una serie de accidentes extraños, cada vez más frecuentes y peligrosos, se cebarán con los miembros de la familia y sus allegados. Todo parece ser a causa de una vieja y horrible lámpara que la hermana de Alice le regalase a ésta y que proviene de la casa encantada de Amityville.

 

   El eminentemente televisivo Sandor Stern dirigió para ese medio (lo que en parte puede explicar su vulgar y anodina factura, su ausencia total de sorpresas a lo largo del metraje, y su desconocido y mediocre reparto) la cuarta entrega de la infausta saga de Amityville (una de las más mediocres del cine de terror moderno). Si bien esta secuela es algo más digna que la anterior y decididamente mediocre Amityville 3D: El pozo del infierno, Richard Fleischer, 1983, poco podemos salvar de la quema: Si acaso ese exorcismo inicial en la primigenia morada maldita (y ya tendremos al típico sabiondo puntilloso poniendo el grito en el cielo y apelando en pos de la lógica porque la casa volaba por los aires al final de la citada tercera parte. Una minucia sin importancia y la enésima demostración de que, efectivamente, la coherencia está sobrevalorada en el género de nuestros amores), pese a que resulte un tanto ridículo, y en el que participa el padre Kibbler (Lehne, experto en series de género, participando en Perdidos en el rol de Edward Marsh; en Sobrenatural como Azazel; y en American Horror Story dando vida a Frank McCann, además de en varios capítulos sueltos de Expediente X, Firefly y Entre fantasmas), que luego intentará advertir a la familia Evans sobre el artefacto encantado, poseído por el demonio; o el capítulo en el que Bryan “ataca” a su abuela con una motosierra fuera de sí, y que concluye de manera simpática, con la anciana ama de llaves (Hancock, la Henrietta Knowby del sótano de Terroríficamente muertos, Sam Raimi, 1987, que se transformaba en un terrorífico demonio al que ya encarnaba Ted Raimi) reteniendo el aparato con una barra de hierro que sujeta en alto. Su presunto final sorpresa, con el gato rondando los restos de la lámpara destrozada, anticipaba, por desgracia, la continuación de la saga.

 

(3,5/2)

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