AMITYVILLE 5: LA MALDICIÓN DE AMITYVILLE (Tom Berry) / 1989: Kim Coates, Dawna Wightman, Helen Hugues, David Stein, Anthony Dean Rubes, Cassandra Gava, Jan Rubes, Norris Domingue, Scott Yaphe, Mark Camacho.
Una pareja compra una vieja mansión en Amity. Días después acuden con otros tres amigos a pasar unos días mientras trabajan en las labores de rehabilitación de la misma. Como no podía ser de otra manera, una serie de incidentes, cada vez más peligrosos, irán sucediéndose hasta poner en riesgo las vidas de los miembros del grupo.
El desconocido Tom Berry dirigió con absoluta desgana la quinta entrega de la ya longeva saga de la mansión maldita de Amity. Nos encontramos ante la secuela más mediocre, absurda, aburrida y lamentable de toda la serie (lo cual tiene mucho mérito), en la que nada sucede hasta los últimos diez minutos, salvo algún ruido extraño, un suelo que se rompe al pisarlo, unas velas que se apagan, un corte que se produce una de las chicas (Gava, la bruja de Conan: El bárbaro, John Milius, 1982) con un vaso, y las visiones que sufre la protagonista de un chico con un perro en el umbral del jardín de la casa (como podemos observar, un completo catálogo de poltergeists del todo a cien más cercano y la promesa de una diversión cuasi infinita). Tampoco es que en esos diez minutos ocurra nada destacable, salvo que a uno de los hombres del grupo (Coates, el único del reparto con una trayectoria cinematográfica destacable, pues ha sido visto en Sangre fresca: Una chica insaciable, John Landis, 1992; Asalto al distrito 13, Jean-Francois Richet, 2005; Silent Hill, Cristophe Gans, 2006; El poder de la sangre, James Isaac, 2006; o Resident evil: Ultratumba, Paul W.S. Anderson, 2010. También es uno de los protagonistas de la serie Hijos de la anarquía) se le va la pinza (con una de esas razones típicas del slasher más barriobajero, pues su padre era un sacerdote que le ignoró en su niñez, provocándole un descomunal trauma del que, ya adulto, aún no ha logrado recuperarse. Y efectivamente, él es el asesino del párroco, crimen que observamos al principio del metraje, en el que se intenta mantener en secreto al ejecutor de manera ridícula, pues su identificación resulta demasiado obvia) y elimina a varios de sus colegas (para darle un aspecto más amenazante, una de las supervivientes le lanzará ácido en la cara, asimilándole a cualquiera de los psycho-killers que protagonizaban las películas de terror de esa época). Además, la casa ni siquiera es la misma que la de las anteriores entregas, con lo que se rompe cualquier continuidad. El porqué está encantada y cuál es el motivo de que una vieja se cuele constantemente en ella y sin llamar jamás se explican. Ni falta.
(2/0)