ANGUSTIA (Bigas Luna) / 1987: Michael Lerner, Zelda Rubinstein, Talia Paul, Clara Pastor, Ángel Jové, Isabel García Lorca, Nat Baker, Edward Ledden, Antonio Regueiro.
Johnny Hoffman (Lerner) es un enfermero que trabaja en una clínica oftalmológica. Su carácter recatado y tímido esconden a un auténtico psicópata que actúa bajo los imperamentos de su posesiva y celosa madre (Rubinstein, recordada, sobre todo, por su papel de médium en la trilogía formada por Poltergeist, Tobe Hooper, 1982; Poltergeist II: El otro lado, Brian Gibson, 1986, y Poltergeist III, Gary Sherman, 1988), capaz de dominarle mediante hipnosis para hacerle cometer horribles crímenes que culminan con la mutilación ocular de sus víctimas. Pronto comprendemos que lo que estamos viendo es una película exhibida en un cine llamada “The mummy”, que tiene lugar dentro del filme que contemplamos y a la que asisten la muy impresionable Patty (Paul) y su amiga Linda (Pastor). La primera comienza a obsesionarse con lo que sucede en pantalla, más aún cuando Hoffman se adentra en una sala donde se exhibe El mundo perdido, Harry O. Hoyt, 1925, y comienza a eliminar a los espectadores, viéndose obligada a salir al exterior para tomar el aire, momento en el que descubre a un hombre en el baño femenino. Ante la insistencia de su amiga, Linda sale al recibidor, momento en el que descubre que un asesino (Jové) ha eliminado a las trabajadoras de la sala e intenta encerrar a los espectadores para proseguir la masacre.
Un director tan alejado del género como el recientemente fallecido Bigas Luna ofreció una apreciable (aunque fallida) muestra de cine de terror en este enredo metacinematográfico que juega a confundir al espectador, desde un principio en el que pensamos que nuestros protagonistas son Hoffman y su peligrosa madre, hasta que comprendemos que ambos son simples personajes de una película que visionan Patty y Linda, las dos jóvenes que asisten como espectadoras y víctimas del obsesivo asesino que sigue los pasos del enajenado enfermero, para llegar a una conclusión, ya en los títulos de crédito, que encierra un giro en el que finalmente descubrimos que todo lo que hemos visto hasta el momento pertenece a un mismo largometraje que observan los espectadores de una sala que no habíamos visto hasta este momento. Efectivamente, al final tenemos una de esas muñecas rusas que en su interior esconde otra, la cual, a su vez, contiene una tercera: Por un lado, los espectadores que acuden a la proyección de El mundo perdido, son asesinados por Hoffman. Mientras, los asistentes a la proyección de la película protagonizada por el enfermero, entre quienes se encuentran Patty y Linda, son eliminados por el imitador de éste. Finalmente, la historia de Hoffman y su progenitora confluye con la de las dos muchachas, pues en el giro definitivo, tras ser eliminado por la policía el asesino interpretado por Jové (en una secuencia extraída de El héroe anda suelto, Peter Bogdanovich, 1967, en la que el psicópata sujeta a Patty sobre el escenario mientras sus siluetas se recortan sobre la pantalla. En ésta se proyecta la imagen de Johnny, a la que el hombre armado dispara), observamos a las dos amigas en una habitación de hospital, donde Patty se repone del trauma. Cuando Linda, tras despedirse, se adentra en solitario en el ascensor del edificio, es abordada por un individuo que la asesina. Después, el hombre entra en la habitación y observamos la cara aterrorizada de la otra chica, que descubre a Hoffman ante ella. Así concluye la película, y es cuando observamos, mientras se proyectan los títulos de crédito, que una nueva serie de espectadores contemplan todo lo anterior.
Pese a que la idea es plausible, se nota la escasa afinidad de Luna con el género, pues la película en ningún momento causa en nosotros el terror que los espectadores sienten al ver “The mummy”. Además, los planos de ojos, pájaros, relojes, objetos espirales en movimiento relacionados con la hipnosis y demás, logran en un principio su objetivo, que no es otro que apabullar y enervar al espectador, pero acaban resultando reiterativos y cansinos. Es clara la influencia del giallo italiano y, sobre todo, de Dario Argento (aparte de los citados planos de órganos oculares tenemos multitud de enfoques singulares, coloridos poco naturales, obsesión por apabullar, asesinatos sangrientos en los que se profana el cuerpo de las víctimas…), pero también de Psicosis, Alfred Hitchcock, 1960 (esa relación materno-filial enfermiza y viciada), e incluso del Demons de Lamberto Bava, 1985 (los hechos acontecen en una sala de cine), para ofrecer un resultado final digno, aunque poco estimulante.
(5,5/4)