AQUELLA CASA AL LADO DEL CEMENTERIO (Lucio Fulci) / 1981: Catriona MacColl, Paolo Malco, Ania Pieroni, Giovanni Frezza, Silvia Collatina, Dagmar Lassander, Giovanni De Nava, Daniela Doria, Gianpaolo Sacarola, Carlo De Mejo.

   Una familia formada por el profesor Norman Boyle (Malco, visto anteriormente en El asesino del cementerio etrusco, Sergio Martino, 1982, y El destripador de Nueva York, Lucio Fulci, 1982), su esposa Lucy (una bellísima MacColl, que repite con el director romano tras protagonizar Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, 1980, y El más allá, 1981), y su hijo Bob (Frezza -que también intervino en Manhattan baby, Lucio Fulci, 1982, y en Los nuevos bárbaros, Enzo G. Castellari, 1982, retirándose del mundo del cine pocos años después-, que realiza una perfecta interpretación, resultando emotivo de cara al espectador y cayendo siempre simpático, sin resultar cansino en ningún momento), se mudan a un antiguo caserón en Nueva Inglaterra, en el que el Doctor Peterson, colega de Norman, asesinase a su amante, ahorcándose posteriormente en la biblioteca donde trabajaba. La intención del profesor es investigar las razones que impulsaron a su amigo a realizar tan inexplicable y salvaje crimen, descubriendo que la mansión está dominada por oscuras fuerzas sobrenaturales.

   Fulci aprovechó el filón del éxito de las películas de terror de casas encantadas (son obvias las influencias de Terror en Amityville, Stuart Rosenberg, 1979; y El resplandor, Stanley Kubrick, 1980 -el protagonista empieza poco a poco a perder el contacto con la realidad; el niño es un foco de atracción para el terror que impregna cada rincón del hogar; las agresiones comienzan como simples avisos, para tornarse violentas con el paso de los minutos-, pero también de otros filmes que no tienen que ver con el subgénero, como La profecía, Richard Donner, 1976 -la existencia de una niñera que llega de manera misteriosa y que parece esconder aviesas intenciones-) para dar su propia visión, pasándolo por su particular tamiz (una lentitud excesiva en determinados momentos del metraje -los ataques de Freudstein, cuyo nombre es un evidente remedo de Freud y Frankenstein, son exasperantes, convirtiendo a la momia o a los zombies de Romero en auténticos velocistas-; la sobredosis habitual de gore -la primera muerte, con el cuchillo que atraviesa la cabeza de la chica, saliendo por su boca; el asesinato de la vendedora inmobiliaria con el atizador, que le es clavado repetidas veces en el pecho y en el cuello; el travelling, en la versión uncut, que muestra los restos de la amante de Peterson esparcidos por el sótano-, obra del gran Gianetto de Rossi; o la introducción de elementos que intentan distraer o engañar al espectador, pese a que a veces estos artificios sean más bien trampas poco justificables -¿Porqué varios personajes insisten en que no es la primera vez que ven a Norman en el pueblo? ¿Cuál es el motivo de dotar a la niñera de un aire perturbador y oscuro, algo que se resalta en la gratuita escena del maniquí decapitado que sangra y que es igual que ella, si finalmente muere a manos de Freudstein? ¿Por qué esas miradas misteriosas entre la institutriz y el profesor Boyle?-), logrando momentos realmente terroríficos y perturbadores (el doble crimen inicial, con un soberbio uso de la fotografía -obra de Sergio Salvatti, otro habitual del director- y de la banda sonora -a cargo de Walter Rizatti-; la fotografía del caserón, en la que aparece y desaparece una niña en una de las ventanas; la entrada en la fantasmagórica casa, en cuyas dependencias parece morar el mal; el hallazgo de la tumba en el recibidor, bajo una alfombra; o cada uno de los descensos al lóbrego y tenebroso sótano, fuente del horror), acompañados de la siempre presente tendencia al exceso del director (el grotesco y extensísimo ataque del murciélago, al que Norman le clava un cuchillo repetidas veces sin lograr acabar con él; el momento en el que el profesor apuñala a Freudstein, mostrando un primer plano de las entrañas plagadas de gusanos cayendo al suelo), que da lugar a algún momento poco menos que increíble (¿Por qué la niñera limpia con denodado esfuerzo el charco de sangre que hay en el suelo tras cometerse un de los asesinatos, si ella no tiene nada que ver? ¿Lucy no ve la inmensa mancha cuando entra en la cocina? ¿Ninguna de las dos se pregunta qué demonios está pasando?), para derivar en un final made in Fulci (la cara que se me queda al ver a Mary Freudstein llevándose a los dos niños de la casa mientras vemos la cita de Henry James es la misma que obtuve con el grito y el fundido a negro de El más allá).

   Pese a todo, uno de los mejores títulos del director, entretenida, con una duración ajustada, unos personajes carismáticos, y una logradísima y aterradora ambientación.

(6,5/7)

CARÁTULAS Y POSTERS

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