ASFIXIA (Peter Newbrook) / 1973: Robert Stephens, Robert Powell, Jane Lapotaire, Alex Scott, Ralph Arliss, Fiona Walker, Terry Scully, John Lawrence.

   Un hombre llamado Hugo (Stephens) descubre la agonía, una especie de espíritu que entra en el cuerpo en el momento de la muerte. Tras la trágica muerte de uno de sus hijos y la prometida de éste, prosigue sus investigaciones, diseñando un dispositivo fotográfico con el que logra capturar y encerrar a la agonía, haciendo inmortal a la persona a la que pertenece.

   El director británico Peter Newbrook firmó con Asfixia, su única aportación tras las cámaras, un producto digno que recuerda en algunos aspectos al común de las producciones Hammer, bien sea por su ambientación en la época victoriana, o bien por la trama sobre un científico que desafía las leyes éticas de la naturaleza para prolongar su vida y la de sus seres queridos sin que la muerte pueda afectarles, jugando a ser Dios.

   Momentos como aquel en el que observamos varias fotografías aterradoras de personas agonizantes en las que se ve una misteriosa mancha a su lado; ese otro que muestra el desdichado accidente en el que fallecen el vástago de Hugo y la futura esposa de aquel, pereciendo ambos ahogados cuando se desplazan en una barca, golpeándose él la cabeza con una rama y cayendo al agua, mismo lugar al que va a parar la joven; o el otro en el que asistimos a la captura de la agonía de Hugo, a punto de acabar de manera trágica, logran provocar tensión e incluso cierta angustia. Si a ello añadimos un protagonista agradable, altruista, capaz de ayudar al prójimo pese a su ventajosa posición social, y al que vemos hundirse poco a poco en los abismos de la locura mientras los hechos trágicos se suceden a su alrededor (la muerte de su hija Christine -Lapotaire-, cuya cabeza es cercenada por una guillotina cuando intentan capturar a su agonía, que es provocada por un ratón que causa un fallo en el sistema de captura, habiendo sido el animal liberado poco antes por la chica; o la de Giles -Powell-, el prometido de la joven, que se suicida en el momento en que Hugo intenta aprisionar su agonía), componiéndose así un personaje humano y compasivo capaz de cometer errores pese a que su fin es lícito y hasta cierto punto comprensible, tenemos entonces una película correcta, que no llega a notable a causa de ciertos errores, por otro lado comprensibles en un director novel. Resulta un tanto inexplicable que tanto Giles como Christine sigan a Hugo en su plan de inmortalizarlos, más aún cuando queda claro que el proceso es sumamente peligroso y que el hombre ya ha perdido parte del juicio. La razón que esgrime la hija (“lo haremos para hacerte feliz”) parece del todo increíble, pues resulta poco sensato jugarse la vida por los delirios de un demente. Más aún cuando la muerte de Catherine se simula con una guillotina cuya hoja se ve detenida por un freno que, evidentemente, no funcionará como debe.

   El final, además, resulta escasamente complaciente, pues muestra al protagonista en la actualidad, ya muy anciano y en compañía del ratón (¿Se inspiraría Stephen King en esta parte para la conclusión de su novela La milla verde, llevada al cine por Frank Darabont en 1999 con ese mismo título?), intentando suicidarse en vano, arrojándose a una carretera para ser atropellado. Pese a la brutalidad del impacto, logra sobrevivir, enlazando la conclusión con ese inciso que parecía incoherente en su momento y que ahora cobra todo el sentido.

(5,5/1)