AUDITION (Takashi Miike) / 1999: Ryo Ishibashi, Eihi Shiina, Tetsu Sawaki, Jun Kunimura, Renji Ishibashi, Miyuki Matsuda, Toshie Negishi, Ren Ohsugi.

 

   Shigeharu Aoyama (Ishibashi, el detective Nakagawa de El grito, Takashi Shimizu, 2004; y su secuela, El grito 2, ídem, 2006) es un hombre de mediana edad que se queda viudo cuando su esposa fallece a causa de una grave enfermedad. Siete años más tarde, y siguiendo el consejo de Shigehiko (Sawaki), su hijo adolescente, comienza la búsqueda de una pareja con la que intentar volver a ser feliz. Para ello se sirve de un casting que lleva a cabo su amigo Yasuhisa (Kunimura, al que muchos recordarán en el papel del jefe Tanaka en Kill Bill Vol. I, Quentin Tarantino, 2003, personaje que sufría un trágico enfrentamiento con O-Ren Ishii, la letal asiática interpretada por Lucy Liu, en el que perdía, literalmente, la cabeza) en el que buscan a chicas jóvenes para realizar una película, y a través del cual conocerá a Asami (Shiina), una muchacha con un turbio pasado de abusos y malos tratos constantes por parte de su padrastro. Shigeharu se enamora de manera irremisible de ella, iniciando ambos un idilio sentimental aparentemente feliz. Con el paso del tiempo el hombre comienza a descubrir cosas turbulentas sobre la vida de Asami, en las que se incluye la muerte o desaparición de varias personas que se relacionaron con ella en los últimos años.

 

   Resulta curiosa la hipocresía de determinadas personas a la hora de juzgar una película, tanto por su calidad intrínseca como en cuanto a la moral de los hechos que en ella se reflejan. Viene al caso lo anterior después de observar en varias páginas web las puntuaciones y reseñas de muchos usuarios y de diversos críticos de medios especializados con respecto al filme que nos ocupa y otro muy similar en cuanto a su temática y a la forma en que es reflejada la violencia, que se desata de manera imprevisible y con extrema virulencia contra un protagonista inocente e incapaz de discernir el peligro que se cierne sobre él hasta que es demasiado tarde. Debido a esa similitud tan pronunciada entre una y otra, resulta difícil comprender la diferencia de las notas entre ambas y la inquina con la que se ensañan determinados individuos con la segunda, aunque quizá tenga algo que ver con el hecho de que la película que nos ocupa es de origen asiático y viene dirigida por un director de culto como es Takashi Miike (Dead or alive, 1999; Ichi: The killer, 2001; La felicidad de los Katakuri, 2001; o 13 asesinos, 2010), mientras que la otra con la que la comparo es un filme norteamericano de terror al uso, sincero y entretenido, y está realizado por alguien cuyo prestigio solo brilla entre los fans acérrimos del género. Muchos de los que están leyendo esta reseña habrán adivinado que ese otro largometraje al que me refiero es Hostel, la polémica y vilipendiada cinta dirigida por Eli Roth en el año 2005, que fue hostigada y desprestigiada utilizando determinados argumentos (violencia exacerbada y gratuita, personajes desdibujados y poco atractivos, excesos gore, guión tramposo, sadismo morboso, crítica a una sociedad enferma formada por personas carentes de empatía y humanidad, capaz de engendrar asesinos fríos e implacables…) que igualmente podrían aplicarse a la película del director asiático, sirviendo incluso alguno de ellos para ensalzar ésta y cayendo de esa manera en una absoluta incoherencia, pues las semejanzas entre ambos filmes son más que evidentes, eso sí, reconociendo la importancia capital de la película analizada, sin la cual es más que probable que Hostel no existiera (de hecho, ésta cuenta con un cameo de Miike, a modo de agradecimiento, reconociéndose así la influencia de una sobre la otra).

 

   Por supuesto, con todo lo anterior no quiero decir que Audition sea una mala película, ni mucho menos. Su inicio es triste y trágico, mostrando a un abatido Shigeharu llorando desconsoladamente sobre la cama del hospital en el que reposa el cuerpo de su mujer, ya sin vida, mientras una enfermera desconecta el electrocardiógrafo que medía el pulso de la fallecida. El drama se acentúa cuando entra en el cuarto el hijo de ambos, un pequeño que lleva un regalo para su madre con una tarjeta que reza “para que te mejores”. Ese momento ya logra que sintamos cierto aprecio hacia el protagonista y su vástago, pese a que posteriormente el nulo carisma del primero y alguna reacción absurda del segundo nos dejen un tanto indiferentes ante lo que sucede en pantalla. Si a ello sumamos algún error llamativo (si Asami se inventa la referencia en su curriculum de la discográfica con la que estuvo a punto de grabar, ¿Cómo sabe el nombre del director de la misma? ¿No es sospechoso que éste haya desaparecido sin dejar rastro en la misma época en la que ella dice haber trabajado allí?), la película se aleja bastante del calificativo de obra maestra que algunos críticos otorgan con relativa facilidad y ligereza, pese a que haya varios momentos cargados de tensión (el protagonista observando el teléfono de su casa, intentando soportar el ansia de llamar a Asami, mientras que un cambio de plano nos muestra a ésta de rodillas ante el aparato, esperando pacientemente que suene, pues sabe que lo hará tarde o temprano -la joven recuerda a un depredador aguardando a su presa, segura de que le dará caza antes o después-. Las horas pasan y vemos a Shigeharu en su trabajo, decidiendo realizar la llamada cuando termina su jornada. Resulta inquietante ver a la joven en la misma posición pese al paso del tiempo, agachada y con el pelo cubriendo su rostro. Un plano corto de su boca muestra una sonrisa turbadora cuando escucha el sonido monótono del teléfono. El saco que se halla en el suelo, junto al aparato, y que hasta ahora había pasado desapercibido, gira bruscamente sobre sí mismo sin que nadie lo toque, produciendo un sonido desasosegante) que hacen subir al filme varios enteros.

 

   Aunque lo mejor de la película es, sin duda, Asami. Esa joven grácil y bella, de apariencia desvalida y con un pasado trágico que invita a ser cortés y amable con ella, y de la que parece sencillo prendarse. Su voz, monocorde, casi átona, parece atractiva en un principio, pero pronto se revela escalofriante, pues parece no mostrar ningún tipo de sentimiento o emoción. No tardaremos en descubrir que nada es lo que parece, pues nunca ha trabajado en la discográfica que menciona en su curriculum, y el director de la misma está en paradero desconocido desde hace un año. Las averiguaciones de Yasuhisa, preocupado por la integridad de su amigo, descubren que tampoco hay datos sobre familiares, y que nunca trabajó en el bar conocido como el Pez de piedra. Una visita de Shigeharu al establecimiento sirve para que un vecino revele que el lugar está cerrado desde hace un año debido a un luctuoso suceso: la dueña del mismo apareció torturada y mutilada un año atrás. La misma fuente desvela que la mujer mantenía una relación con el dueño de una discográfica (para que luego digan que el cine yanqui lo da todo masticado), que trabajaba sola y que entre los restos aparecieron tres dedos de más y dos lenguas (atención a la reacción exagerada del protagonista cuando cree ver los restos esparcidos por el suelo).

 

   Asami logra colarse en casa de Shigeharu antes de que éste llegue, siendo mostrada la escena en plano subjetivo, y la visión fugaz de una botella de alcohol nos insinúa por donde van a ir los tiros. El hombre entra en su hogar y se sirve la bebida, sufriendo de inmediato un ataque de somnolencia y cierta rigidez muscular, cayendo bruscamente al suelo cuando intenta levantarse. La visión al recuperar el sentido no puede ser más inquietante: él se halla tirado en el piso sin poder moverse, mientras que Asami, vestida con un mandil de cuero y guantes del mismo material, que le cubren hasta el antebrazo, le observa desde el umbral de la puerta. El perro de la familia yace muerto tras ella, con el cuello completamente retorcido. La joven extrae una enorme aguja y la clava en la lengua del hombre, mientras le dice: “No se puede mover. He paralizado su cuerpo, pero sus nervios permanecen despiertos. Prepárese a sufrir terriblemente”. A continuación, corta el jersey y desabrocha la camisa de Shigeharu, y luego extrae una cajita de un maletín, quedando al descubierto cientos de agujas cuando levanta la tapa. Una a una van siendo clavadas con minuciosidad y precisión quirúrgica en el vientre del hombre, a la altura de las costillas, en los puntos en los que existen nervios y que supuestamente son los más dolorosos. El protagonista se retuerce por el suplicio, pero el tormento aumenta cuando otros cuatro aguijones son colocados en los párpados, dos en cada ojo. El roce posterior que propina la muchacha a los instrumentos de tortura, como si tocase las cuerdas de un arpa, aumenta si cabe el sufrimiento infligido.

 

   Las cotas de saña tienden a infinito cuando la joven, con esa voz monótona que ahora resulta aterradora, exclama con suma frialdad: “si le corto los pies, no se escapará. Este alambre puede cortar carne y huesos con suma facilidad”. Un fino hilo, con sendas manillas en los extremos, es extraído del maletín de los horrores, siendo enrollado en una de las extremidades inferiores, por encima del tobillo. Asami tira con fuerza de las asideras, primero una, luego la otra, mientras la vemos reír y disfrutar de su acto salvaje. El filamento rasga carne, tendones, músculos y hueso hasta que el pie queda desprendido, mientras oímos los gritos desgarradores de Shigeharu. La escena resulta aterradora y desagradable por la parsimonia que la asesina muestra a la hora de torturar a alguien que la ama, no por el gore, escaso, pues solo vemos un par de planos fugaces del miembro mientras es cercenado. Asami lanza el despojo y comienza a amputar la otra extremidad, aunque es interrumpida por la llegada de Shigehiko. Y aquí se hunde parte de lo conseguido hasta ese momento, pues la reacción del hijo es del todo absurda y disparatada, ya que ante el espectáculo dantesco que forma el cuerpo martirizado y lisiado de su progenitor se queda inmóvil y pregunta: “Pero papá, ¿Qué ha ocurrido?”. Eso sí, lo que acabamos de ver no supera la acción posterior de una asesina supuestamente fría y calculadora como Asami. Ésta sale de la puerta que se halla tras el chico y le apunta a la cabeza con algo que parece una pistola. Cuando dispara, descubrimos que se trata de un spray (¿?), con el que rocía a su víctima, que huye escaleras arriba, cayendo tras tropezar en uno de los peldaños. La joven le persigue mientras sigue salpicándole con el pulverizador (¿¿??), que se muestra del todo ineficaz si se trata de un narcótico, pues alcanza al muchacho varias veces en la cara. Shigehiko se revuelve y le da una patada a la asesina, que cae por las escaleras, quedando tendida y sin vida en la planta baja. Después, el chico llama a la policía (no por iniciativa propia, sino porque su padre se lo ordena), y el cadáver de Asami le dice a Shigeharu que él fue el único que se portó bien con ella (pues menos mal).

 

(6/4)

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