AUSENTES (Daniel Calparsoro) / 2005: Ariadna Gil, Jordi Mollá, Nacho Pérez, Omar Muñoz, Mar Sodupe, Alex Brendemühl, Felix Granado.

 

   Julia (una aceptable Ariadna Gil) se muda junto a Samuel (Mollá, dejando al descubierto sus limitaciones como actor), su pareja, y Félix y Luís (Pérez y Muñoz), los hijos de éste último, a un barrio residencial de apariencia idílica. Con el paso de los días, la mujer comienza a darse cuenta de la soledad reinante en el lugar, totalmente abandonado pese a la existencia de decenas de chalets. La única persona que parece habitar la urbanización es una mujer de aspecto fantasmagórico a la que solo ve Julia, que comienza a desesperarse ante una situación que solo parece vivir ella, pues tanto Samuel como los niños actúan como si el barrio estuviese repleto de gente. La duda es: ¿Nos hallamos ante una perturbada que percibe la realidad de una forma distinta al resto o todo se trata de una confabulación de sus seres queridos para volverla la loca?

 

   Parece que el deporte de zurrarle al cine español tomando como argumentos únicos e irrebatibles su lugar de procedencia (a los de la premisa “Si proviene de nuestro país es una basura” vale más ignorarlos); su tendencia a imitar los parámetros de los éxitos provenientes de los Estados Unidos (¿Qué cinematografía menor no copia los esquemas de las películas norteamericanas que triunfan en taquilla?); o el tomarse determinadas licencias argumentales para manipular al espectador y llevarlo en una dirección equivocada con el fin de provocar cierto impacto con un giro final sorprendente, gana adeptos a marchas forzadas. No seré yo quien intente convencerles de que se están perdiendo grandes películas (dentro del fantástico podemos mencionar joyas como La noche de Walpurgis, Leon Klimovsky, 1971; Pánico en el Transiberiano, Eugenio Martín, 1972; No profanar el sueño de los muertos, Jorge Grau, 1974; ¿Quién puede matar a un niño?, Narciso Ibáñez Serrador, 1976Tesis, Alejandro Amenábar, 1996; Los sin nombre, Jaume Balagueró, 1999; El espinazo del diablo, Guillermo del Toro, 2001; o la saga REC), allá ellos, pero es una lástima que cada vez más gente se una a esa moda de denostar el cine patrio fantástico sin ni siquiera molestarse en ver con cierta objetividad algunas de las películas criticadas.

 

   Viene el párrafo anterior a cuento porque la película de Calparsoro se llevó palos de todos los colores cuando se estrenó aludiendo a los argumentos citados, sin pararse en ningún momento a analizar las virtudes del filme, que las tiene, y en abundancia. Ya desde un primer instante es fácil advertir que algo no funciona bien en la cabeza de Julia, con esa introducción que muestra la entrevista de trabajo a la que asiste y en la que es rechazada por su excesiva preparación. Lo realmente llamativo es que cuando sale a la calle y camina por esa gran avenida, lo hace completamente sola (atención a la fantástica fotografía de Josep M. Civit, que ya nos desquició en Angustia, Bigas Luna, 1987, y que aquí muestra unos ambientes fríos, asépticos -predominan los tonos grises, azules y blancos-, y desprovistos de cualquier tipo de pasión, de vida). No hay coches, no hay personas y no oímos los sonidos característicos de una gran urbe. Solo silencio, soledad y la sensación flotante de que algo no marcha bien en el cerebro de la protagonista. A partir de ahí, y una vez instalados en ese barrio ideal, vemos como esa felicidad que parece reinar entre los miembros de la familia es solo superficial, quebrándose como una fina lámina de cristal en cuanto surgen los contratiempos.

 

   De inmediato comienzan a sucederse los acontecimientos que ponen en duda la estabilidad mental de Julia, y que añaden cierta tensión e incluso algún momento aterrador al relato (la televisión que salta al canal de la cámara exterior de la casa, mostrando a una mujer de tétrico aspecto dirigiéndose a la entrada y picando al timbre, estando el porche vacío cuando Julia abre la puerta; la presencia continua de los gatos, que parecen rondar tanto a la protagonista como su hogar; la visita al edificio de mantenimiento, con esa serie de puertas clónicas que comienzan a cerrarse al paso de Julia; ésta acompañando a Félix y Luís a la piscina, a un cursillo de natación, encontrándose el lugar completamente vacío, y sucediendo exactamente lo mismo en su visita al centro comercial, en el que alguien invisible parece seguirla, y en el que una fuerza imperceptible la sujeta intentando evitar que se vaya -el propio Samuel dirá posteriormente que el personal del supermercado le llamó indignado para decirle que su pareja intentó irse sin pagar-; la aparición de María -así se llama la mujer que ve Julia, interpretada por Sodupe- en las escaleras de la casa, bajando por las mismas y pasando ante los cuatro miembros de la familia -incluso le toca la cabeza a Luís-, pareciendo ser únicamente advertida por la protagonista; el inesperado reflejo de la propia María en la nevera que cierra Julia, girándose ésta y viéndola sentada en la mesa de la cocina, mirándola fijamente; o el momento en que la mujer sigue a su pareja a una casa vecina, viéndole hablar y gesticular solo, y descubriendo posteriormente a Félix explicándole a un amigo invisible cómo se usa una katana), llegándose a una conclusión que podía haber sido mucho más rebuscada (y también fraudulenta y deshonesta con el espectador, y me viene a la cabeza el giro final de Alta tensión, Alexandre Aja, 2003; o el de Silencio desde el mal, James Wan, 2007) y que tan solo se puede calificar como de acertada, tanto desde el punto de vista de la coherencia (como se presumía desde un primer momento, es Julia quien padece un trastorno mental que le impide percibir la realidad tal cual es) como del de la elaboración (Julia persigue a Félix, cuchillo en ristre, intentado averiguar dónde está Luís. Cuando llegan a la piscina, ella cae al suelo, y al levantarse, parece como si varias personas la empujasen. Entonces la cámara se acerca velozmente a los ojos de la protagonista y un fundido nos lleva a los del niño. Con ese sencillo truco, Calparsoro cambia de inmediato nuestra perspectiva, que había sido siempre la de Julia, y nos permite ver la realidad a través de una mente cuerda, la de Félix. Observamos ahora lo que realmente sucede y nuestra percepción cambia por completo, pues nos hallamos en una piscina repleta de gente, con un montón de bañistas rodeando a la mujer,  que, completamente ida, lanza embestidos con el cuchillo, intentando herir a los que tratan de reducirla. La muchedumbre provoca la caída de Julia al agua, donde es finalmente desarmada).

 

   Está claro que Calparsoro, Ray Loriga y Elio Quiroga (guionistas del largometraje) introducen en la trama elementos que intentan “engañar” al espectador con el fin de alejarlo de lo que sucede realmente. Por un lado podemos pensar que el barrio está poblado por fantasmas, y que nos encontramos ante algo similar a lo visto en El sexto sentido, M. Night Shyamalan, 1999; o en Los otros, Alejandro Amenabar, 2001. Por otro, también cabe imaginar que todo es una conspiración de un Samuel perturbado que intenta acabar con Julia (hipótesis que acerca la película a El resplandor, Stanley Kubrick, 1980, a la que homenajea en esa escena en la que el hombre golpea con una enorme maza la puerta de entrada a la casa). Está claro que el guión juega con nosotros, y nos manipula (¿Por qué cuando Julia abre la puerta tras la primera aparición de María, ésta no está, si es real? ¿Cuál es el motivo por el que, cuando María baja por las escaleras de la casa de los protagonistas, tan solo parece ser visible a ojos de Julia? ¿Por qué ni Samuel ni sus hijos dicen nunca el nombre de ningún vecino cuando los mencionan? ¿Por qué aquel no lleva a Julia a un médico pese a que es evidente que su trastorno empeora con el tiempo?) para llevarnos a una conclusión sorprendente que intenta no ser rebuscada y parecer coherente en la medida de lo posible. El plano final, en el que se observa la foto de familia tal y como es en realidad (hasta ahora la habíamos visto a través de los ojos de Julia, mostrando otra mujer en el lugar de ésta, dando a entender que ella no era la auténtica madre de los niños. Ahora, a través de nuestros propios ojos, comprobamos que ella es la progenitora de los pequeños), es un broche sutil que añade un punto más a favor de esta historia.

 

(6,5/0)

PELÍCULAS EN LA WEB

Ciencia Ficción:        33

Terror:                  394

Fantasía:                 10

TOTAL:                     437

CARÁTULAS Y

POSTERS:            19880

PODCASTS:

 

Los jinetes del apodcastlipsis.

 

Enlaces a todos los programas del podcast en el que hablamos de cine, literatura, series, videojuegos o música, siempre relacionados con el cine de terror.