AÚN SÉ LO QUE HICISTEIS EL ÚLTIMO VERANO (Danny Cannon) / 1998: Jennifer Love Hewitt, Freddy Prinze Jr., Brandy Norwood, Mekhi Phifer, Muse Watson, Bill Cobbs, Matthew Settle, Jennifer Espósito, Jeffrey Combs, John Hawkes, Ellerine Harding, Benjamin Brown, Mark Boone Jr., Jack Black.

   Un año después de los hechos narrados en la primera parte, en la que todos sus amigos (a excepción de su novio) eran asesinados por Ben Willis, el pescador del garfio, Julie (Love Hewitt) ha dejado su ciudad y ha comenzado una nueva vida, prosiguiendo sus estudios universitarios y conociendo a un nuevo grupo de amigos, entre los que destaca Karla (La cantante Brandy demostrando que la interpretación no es lo suyo -su personaje es absolutamente insufrible, y, además, su actuación no hace más que acentuar y aumentar ese grado de irritación que provoca-, aunque tampoco es que cante muy allá). Ambas ganan un viaje a una isla del Caribe en un concurso de radio por contestar que la capital de Brasil es Río de Janeiro (efectivamente, por si hay alguien que no está muy puesto en Geografía y aún no se ha dado cuenta, aquí hay gato encerrado, pues la capital de Brasil es Brasilia). Julie y Karla parten junto a Tyrell (Phifer, visto en la fascinante Amanecer de los muertos, Zack Snyder, 2004), el novio de ésta última, y Will Benson (Settle, que da vida a un personaje cuyo nombre se traduciría al español como “Will hijo de Ben”. Definitivamente, Cannon y su equipo de guionistas no confiaban demasiado en la inteligencia de su público), un amigo de éste que se siente atraído por Julie. Ésta cree dejar atrás definitivamente su pasado, que irrumpirá con fuerza en forma de una nueva serie de asesinatos que se cebarán con los empleados del hotel y con los amigos de Julie. Cuando ésta se da cuenta de que todo ha sido una trampa organizada por el pescador Ben Willis quizá sea demasiado tarde.

   La película se deja ver, limitándose a seguir los parámetros más manidos del slasher arquetípico, mostrando una serie de asesinatos más o menos creativos y, eso sí, bastante más sangrientos que en su predecesora. Basta ver el que tiene lugar al final de la película en la cocina del hotel, con el asesino irrumpiendo por el techo y atravesándole el cuello con el garfio a uno de los protagonistas ante la sorpresa y el estupor de los presentes (Escena que recuerda bastante a la vista en Halloween H20, Steve Miner, 1998, en la que era Michael Myers el que descendía del techo para sorprender a su víctima por la espalda. Ambas quedan en la retina del espectador por su espectacularidad). Con todos sus fallos, Danny Cannon consigue dotar de suspense a algunas escenas (casi toda la parte final, en la que un empleado del hotel -Cobbs, al que vimos en la apreciable El sótano del miedo, Wes Craven, 1991- les cuenta a Julie y sus amigos la historia de Willis; aquella en la que las tres chicas son asediadas por el asesino en el invernadero; o cuando se descubre que Will es el hijo del asesino). Pero especialmente destaca esa en la que Ray (Prinze) conduce junto a un amigo (Hawkes) de noche y se topan con un coche parado en mitad de la carretera y un hombre tirado en el suelo. Ray se baja a comprobar que sucede, pero cuando llega descubre que se trata de un muñeco y comprende de inmediato su error, girándose justo a tiempo para ver como Willis mata a su amigo en una espeluznante escena, donde queda de manifiesto la sangre fría del asesino, introduciéndole el garfio por la boca a la víctima y sacándole del coche por la ventanilla con todas sus fuerzas.

   Por desgracia, Danny Cannon reduce la película a una sucesión de persecuciones a lo largo y ancho de la isla y a una serie de asesinatos más o menos creativos que le dan un aspecto similar a una secuela cualquiera de Viernes 13, Sean S. Cunningham, 1980. Además, no se ruboriza lo más mínimo al realizar un final calcado al de la primera parte, con la reaparición del pescador una vez dado por muerto, dejando una puerta abierta a una posible tercera entrega que llegaría más de una década después, ya sin ninguno de los responsables de las dos anteriores ni delante ni detrás de las cámaras, y arrojando unos resultados, esta vez ya sin discusión, realmente mediocres.

(5,5/5)

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