BAHÍA DE SANGRE (Mario Bava) / 1971: Claudine Auger, Luigi Pistilli, Claudio Camaso, Anna María Rosatti, Chris Avram, Leopoldo Trieste, Laura Betti, Brigitte Skay, Isa Miranda, Paola Montenero, Guido Boccaccini, Roberto Bonanni, Giovanni Nuvoletti.

   Bava anticipó, a principios de la década de los setenta y en el continente europeo, los parámetros en los que se movería, a finales de la mencionada década y principios de la siguiente, un subgénero de procedencia tan inequívocamente norteamericana como el slasher. Alejado de los esquemas tradicionales del giallo (la identidad del asesino no es desconocida; los asesinatos no se realizan a causa de un trauma infantil, sino por intereses puramente arribistas; no existe una investigación llevada a cabo por un/a protagonista acosado/a por el asesino/a; el guión es coherente –salvo por ese final en el que un niño acaba con sus padres de dos certeros balazos de escopeta a una distancia considerable-; los asesinatos no son set pieces sumamente elaborados…), aunque bebiendo de algunas de sus fuentes (utilización excesiva del zoom y de los colores chillones e irreales; uso del plano subjetivo para representar al asesino; manejo de armas blancas por parte de éste para acabar con sus victimas…), el director nos presenta la historia de una bahía que es objeto de deseo de los familiares de la dueña de la misma, una rica aristócrata, debido a su interés urbanístico y turístico. Así, y comenzando con la muerte de la propietaria, irán cayendo, uno tras otro, todos y cada uno de los posibles herederos, siendo (y aquí es donde radica la principal novedad del filme) el asesino de cada uno de ellos alguno de los otros beneficiarios, que ve a su víctima como un obstáculo para hacerse con el codiciado terreno.

   Bava nos ofrece una historia de egoísmo y avaricia, en la que muestra a los adultos como gente sin escrúpulos capaces de matar (algunos de los asesinatos, como el del chico al que le clavan un machete en su rostro; o el de la pareja que es atravesada con una lanza mientras hace el amor en una cama, serían copiados –el segundo, de manera flagrante- en Viernes 13, Sean S. Cunningham, 1980; y Viernes 13 2ª parte, Steve Miner, 1981, respectivamente) sin pensárselo dos veces, por simples intereses pecuniarios. Quizá uno de los errores del filme, en su intento por mostrarnos esa bajeza intrínseca del ser humano, sea el privarnos de algún personaje con el que nos podamos identificar, pues todos ellos son mezquinos y ruines, a excepción de las dos parejas que llegan a la casa, que son eliminadas sin contemplaciones cuando una de las chicas encuentra uno de los cadáveres en la dársena.

   Mención especial a los brillantes y sangrientos FX, que aun hoy siguen vigentes y causando impresión, del maestro Carlo Rambaldi (creador de los efectos de las cabezas de las criaturas protagonistas en Alien: El octavo pasajero, Ridley Scott, 1979; y en E.T.: El extraterrestre, Steven Spielberg, 1982); y a la inquietante partitura de Stelvio Cipriani, un habitual del genero en Italia.

(6,5/6)

CARÁTULAS Y POSTERS

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