BAJO EL VESTIDO, NADA (Carlo Vanzina) / 1984: Tom Schanley, Renée Simonsen, Donald Pleasance, Nicola Perring, Maria McDonald, Catherine Noyes, Paolo Tomei, Sonia Raule, Cyrus Elias, Anna Galiena, Big Laura, Bruce McGuire.
Bob Crane (Schanley) es un joven que trabaja como guardia forestal en el parque de Yellowstone. Un día tiene una especie de premonición en la que visualiza como Jessica (Perring), su gemela y modelo de profesión, es asesinada con unas enormes tijeras por alguien que irrumpe en el hotel en el que está alojada. A su llegada a Milán, el lugar en el que ahora vive su hermana, acude a la policía, solicitando la ayuda del comisario Danesi (el siempre agradecido Pleasance), que decide echarle una mano al protagonista pese a lo rocambolesco de su historia. La investigación, en un principio centrada en la desaparición de Jessica, se volverá más peligrosa según se producen nuevos crímenes.
Alejada de la época dorada del giallo, aquella que se abrió con La muchacha que sabía demasiado, Mario Bava, 1962, y se clausuró exactamente dos décadas después con Tenebre, Dario Argento, 1982, la película que nos ocupa podría englobarse perfectamente en el subgénero (algo que también podría suceder con otros filmes como Phenomena, 1985; o Terror en la ópera, 1987; ambas de Dario Argento, o con Aquarius, Michelle Soavi, 1986), pues cumple la mayoría de sus principales preceptos. A saber: Asesino de identidad desconocida que comete sus crímenes debido a un trauma, siempre con arma blanca y con manos enguantadas; investigación del protagonista, ésta vez junto a la policía; cámara subjetiva para mostrar los crímenes; trama rebuscada y en ocasiones tramposa; presencia de maniquíes; exhibición de ciudades normalmente superpobladas, pero que son mostradas como si estuvieran abandonadas, con la única presencia de víctima y asesino… es decir, casi todo salvo la utilización de colores vivos y la visualización gráfica de los homicidios, sustituida por la exhibición, también gráfica y sin excepción, de todas las modelos ligeras de ropa.
Pese a no estar considerada un giallo como tal y no ser excesivamente conocida, ni siquiera entre los seguidores del género, nos encontramos ante un filme estimable, que si bien parte de una premisa poco creíble (Bob es capaz de “sentir” el dolor que le es infligido a su hermana, supuestamente debido a esa empatía o conexión mental existente entre gemelos, tal y como vemos en el momento en el que cruza un puente de madera sobre un caudaloso río, cuando le sobreviene la visión del cartel del hotel y del individuo que camina por uno de los pasillos del mismo hacia la habitación que ocupa ella con una enorme tijera en ristre), desarrolla una entretenida historia que se centra en la labor de investigación llevada a cabo por Danesi, un comisario al que le quedan dos semanas para jubilarse y que se toma el caso como un último desafío, permitiendo además la colaboración de Bob, el hermano de la supuesta víctima.
Vanzina (autor del libreto junto a su hermano Enrico y a Franco Ferrini, basándose en la novela “Sotto il vestito niente”, de Marco Parma) también tiene tiempo para mostrar un par de escenas bastante climáticas (sin contar el notable final, en el que me detendré más adelante) que concluyen con el asesinato de dos de las chicas (Carol -Noyes-, tras perder un taxi, huye de alguien invisible por las calles de una Milán solitaria y sumida en la oscuridad nocturna. El silencio casi absoluto se rompe con un teléfono que suena en una cabina y que la joven coge sin recibir respuesta, y por la alarma de un vehículo que salta cuando ella se apoya para descansar, sobresaltándola. Una vez en el hotel, y cuando parece que ya se encuentra a salvo -pese al susto causado por esos playeros que ve al agacharse a recoger algo bajo la cama-, la modelo es asesinada en el cuarto de baño, cuando se dispone a ducharse. Por otro lado, Margaux -McDonald- es eliminada en la caseta que le sirve como camerino, en el momento más sangriento de la película, pues vemos como la tijera empuñada por las manos enguantadas del homicida se clava en la espalda desnuda de la joven); desarrollar de manera coherente la historia (en la que se mezclan drogas, dinero y asuntos turbios que ocultar), mostrando unos personajes con motivaciones, racionales y bien interpretados, y explicando los hechos que dan lugar a los asesinatos mediante flashbacks (esa orgía en casa de Giorgio -Tomei-, el joyero, en la que participa Jessica, y que concluye con las chicas jugando a la ruleta rusa a cambio de dinero, lo que provoca la muerte de una de ellas); y poner en escena una conclusión sorprendente y más o menos congruente (Bob recibe un telegrama de su hermana en la que ésta le informa que se encuentra bien y le pide que deje de buscarla. Cuando se dispone a regresar a su país, el protagonista sufre una nueva premonición en la que ve un apartamento. Una vez en el edificio descubre que no hay nadie y que la puerta está cerrada con llave, así que decide escalar hasta una ventana entreabierta por los cables que cuelgan por la pared, logrando su objetivo no sin antes herirse en un brazo cuando sufre un pequeño resbalón. Dentro de la vivienda, y tras rebuscar por todas las habitaciones -atención a ese inquietante plano en el que vemos al protagonista atravesar un pasillo mientras Jessica, en primer término de espaldas a nosotros y sin ser advertida, parece observarlo-, descubre un montón de folios en los que se intenta imitar la letra de su gemela. Al girarse observa a su hermana sentada inmóvil en una silla, acercándose y comprobando que está muerta en otro inquietante momento, pues contemplamos la palidez de su rostro cadavérico y que sus brazos están clavados al asiento, además de un enorme y profundo corte que cruza cuello y pecho. La llegada del asesino impide a Bob describir a Danesi donde se encuentra, obligándole a esconderse en un armario, desde el que descubre que la asesina no es otra que Barbara -Simonsen, modelo profesional de gran éxito internacional en la década de los ochenta que también hizo sus pinitos en el mundo del cine-, la atractiva y simpática colega de Jessica a la que conociera en el hotel y con la que estuvo a punto de tener relaciones. Bob escucha a la joven hablar con el cadáver, revelándose que las dos chicas eran pareja y que ésta se quebró por lo sucedido en casa de Giorgio. En conclusión, Barbara actúa despechada y por venganza contra aquel al que culpa de la ruptura y las modelos que asistieron a la trágica fiesta. Descubierto el protagonista se inicia una pelea desigual, pues la asesina utiliza un taladro como arma, aunque la llegada de la policía le salva la vida. Viéndose perdida, la joven corre hacia la silla en la que reposa el cadáver de su amada y se lanza por la ventana más cercana con él) que rubrica un filme más que aceptable.
Cuenta con una secuela, Demasiado bellas para morir (a.k.a. Bajo el vestido, nada 2), Dario Piana, 1988, y un remake, Bajo el vestido nada: El último desfile, 2011, igualmente dirigido por Carlo Vanzina.
(6/2)