BEDLAM: HOSPITAL PSIQUIÁTRICO (Mark Robson) / 1946: Boris Karloff, Anna Lee, Billy House, Richard Fraser, Glen Vernon, Ian Wolfe, Jason Robards Sr., Leyland Hodgson, Joan Newton, Elizabeth Russell.

 

   George Sims (Karloff en una de sus innumerables apariciones en el género del terror que le permitieron convertirse en leyenda, pese a que tan solo sea recordado por el público en general, de manera injusta, por su inolvidable rol de la criatura en El doctor Frankenstein, James Whale, 1931, y La novia de Frankenstein, ídem, 1935) es el cruel e inhumano director del hospital psiquiátrico de St. Mary´s of Bethlehem, también conocido como Bedlam. A los malos tratos a los que son sometidos los pacientes se une el lamentable estado en el que se encuentran las dependencias donde son alojados y el hecho de verse obligados a participar en humillantes representaciones organizadas por el propio Sims, a las que asiste lo más granado de la alta sociedad londinense con el único fin de divertirse a costa de los internos. Nell Bowen (Lee) es una joven que trabaja para Lord Mortimer (House), un político carente de escrúpulos, al que acompaña a uno de sus actos. Horrorizada por lo que contempla, decide luchar contra la corrupción existente en el hospital, librando una dura batalla con su director, que consigue encerrarla en el mismo usando sus influencias.

 

   Película basada en una serie de pinturas de William Hogarth denominadas “A Rake´s progress” (concretamente se trata de ocho obras pintadas entre 1732 y 1733 que narran el declive y caída de Tom Rakewell, el hijo y heredero de un rico mercader que llega a Londres y dilapida su patrimonio en una vida de lujo, prostitución y juego, pasando sus últimos días en Bedlam, arruinado y medio ido), que sigue un guión escrito por el propio Hogarth, Val Lewton (quien también ejerce como productor, tratándose Bedlam: Hospital psiquiátrico de la última de una antología de películas de serie B pertenecientes al género del terror costeadas por la en aquella época poderosa RKO Radio Pictures) y el mismo director (autor de otro filme de horror llamada La isla de la muerte, 1945, igualmente protagonizada por Karloff), erigiéndose como un buen ejemplo de cine de terror y un entretenimiento digno y notable, situando su acción en el Londres del año 1761 y realizando, de paso, una acerada crítica a la alta sociedad de la época, tan frívola y superficial como la de cualquier otro tiempo, capaz de asistir impasible a la muerte de un pobre hombre, asfixiado por la pintura que cubre su cuerpo mientras representa una función supuestamente cómica.

 

   Nos encontramos ante una curiosidad que merece un mínimo de atención, narrando los hechos acaecidos en un manicomio inspirado en el auténtico Bethlem Royal Hospital (que también fue conocido como Bedlam), en el que acontecieron sucesos similares a los relatados en el filme aquí analizado. Tenemos por un lado a George Sims, el ladino, malvado, retorcido y taimado administrador de Bedlam, empeñado en ejercer con mano férrea su justicia en el psiquiátrico que dirige, y por otro, a Nell Bowen, la joven decidida a enfrentarse a aquel aún a costa de perder su propia libertad y de ser juzgada como loca. Se establece entre ellos una apasionante contienda que por una vez no se dirime por la fuerza física, sino por la acción de las palabras, la inteligencia y las influencias de las que gozan uno y otro entre las altas esferas, convirtiéndose cada uno de los cara a cara que ambos protagonizan es un duelo en el que saltan chispas (valga como ejemplo el momento en el que la joven intenta convencer a su jefe de la necesidad de reformar el psiquiátrico en presencia de Sims, que comienza dándole la razón a la muchacha para, hábilmente y usando argumentos  como el excesivo gasto que supondrían esas modificaciones, u otros como “es necesario el cambio, pero los lunáticos no votan”, darle la vuelta a la situación y lograr su objetivo, consiguiendo además que se rompa la relación entre la chica y Mortimer, que en un determinado momento le dirá a su empleada: “No sabrás nunca la inmensa responsabilidad que supone ser rico”), y del que sale victoriosa, como no podía ser de otra manera, Nell, que es capaz de demostrar a su némesis que es posible tratar a los dementes de forma amable y consigue que los propios internos enjuicien al tirano y lo condenen por sus malos actos.

 

   El final, con Sims siendo emparedado vivo por los dementes (involuntariamente, eso sí, pues aquellos pensaban que el hombre estaba muerto antes de encerrarlo) mientras la joven logra un pacto de silencio que encubre el macabro acto ante las autoridades, refuerza el punto de vista de la muchacha y rubrica un final excesivamente endulzado.

 

(6/0)

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