CABIN FEVER (Eli Roth) / 2002: Rider Strong, Jordan Ladd, James DeBello, Cerina Vincent, Joey Kern, Arie Verveen, Robert Harris, Hal Courtney, Matthew Helms, Tim Parati, Giuseppe Andrews, Richar Fullerton, Eli Roth.


   Cinco chicos acuden a una cabaña en medio de un bosque a pasar unos días de vacaciones alejados del bullicio de la ciudad. La llegada de un hombre enfermo en busca de ayuda desencadenará el terror, pues es portador de una bacteria devoradora de carne humana que infectará paulatinamente a todos y cada uno de los jóvenes.


   El debut en la dirección de Eli Roth (luego se encargaría de Hostel, 2005, y Hostel 2, 2007) tuvo lugar con este filme vulgar y excesivamente sobrevalorado (los otros dos que componen su filmografía tampoco es que sean gran cosa, aunque la admiración que por él siente Quentin Tarantino hace que se le valore muy por encima de sus aptitudes reales, capaces de generar entretenimientos descerebrados, pero nunca películas notables), que ganó el premio al mejor maquillaje (de forma merecida), obra de KNB FX Group, y fue nominada a mejor película (de manera inexplicable) en la edición del año 2002 del Festival de Cine Fantástico de Sitges.


   El realizador bostoniano se basó en la existencia real de una bacteria necrófaga (de nombre fascitis necrotizante) como base para su historia, haciendo que un grupo de chicos, amigos y víctimas potenciales, se enfrenten entre sí cuando sucumben, uno a uno, al contagio, mostrando de esta manera la mezquindad y el egoísmo del ser humano cuando se encuentra en situaciones límite. Hasta ahí, todo correcto, pues Roth utiliza una cabaña aislada en el bosque como marco de la acción (en claro homenaje a su admirado Sam Raimi y al que es su filme estrella, Posesión infernal, 1981), consiguiendo en determinados momentos transmitir cierto desasosiego debido a la sensación de soledad y aislamiento (rota cuando Paul -Strong, conocido dentro de nuestras fronteras por ser uno de los protagonistas de la serie Yo y el mundo- encuentra una casa en la que observa, a través de una ventana, a una joven desnuda, siendo sorprendido por el marido de ésta, y reapareciendo en la cabaña instantes después de iniciar la huída), que se acrecientan cuando comenzamos a vislumbrar que la amenaza no es la habitual en estos casos (un psychokiller con una máscara de hockey o algo parecido) y que el virus es capaz de contagiar a las víctimas de las maneras más insospechadas (ese vaso de agua que bebe Karen -Jordan Ladd, hija de Cheryl Ladd, una de Los ángeles de Charlie, a la que vimos en Death proof, Quentin Tarantino, 2007, y en la ya mencionada Hostel 2-).


   El problema surge en el mismo momento en que alguno de los miembros del grupo abre la boca (especialmente Bert, interpretado por un DeBello exasperante y desquiciante a más no poder, pues da vida a uno de los personajes más estúpidos, egoístas, ridículos y cargantes vistos en pantalla en mucho tiempo. Véase la forma de tratar a sus “amigos” antes de que nada suceda -de lo que hace con ellos una vez caen enfermos, mejor no hablar-, su magnífica idea de ir a cazar ardillas con una escopeta, la peculiar forma que tiene de hacer una hoguera, o su manera de enfrentarse a Henry el ermitaño, el hombre enfermo con el que se encuentra en el bosque y que le pide ayuda -le dispara con su arma cuando se le acerca-. De todas formas, Paul y Jeff -Kern- tampoco le van a la zaga, tal y como demuestra la ridícula escena en la que el susodicho Henry llega a la cabaña, siendo expulsado sin contemplaciones por los chicos. El joven intenta robarles la furgoneta, y los dos citados, junto a Bert, deciden bajarlo del vehículo a tiros y a golpes de bate de beisbol -aunque no se sabe quién resulta más dañado, si el hombre o el automóvil-. Una vez que consiguen su propósito, Paul le prende fuego, dejándolo huir envuelto en llamas, lo que finalmente significará la perdición de los chicos, pues Henry irá a parar a las aguas de un arroyo, del que se toma el agua para abastecer a la cabaña y al pueblo cercano), dejando claro que ninguno de ellos es un prodigio de inteligencia (el único personaje salvable es el de Karen, y será la primera en infectarse. La otra chica, Marcy -Vincent, espectacularmente bella y uno de los principales alicientes, al menos para el público masculino, para ver la cinta-, que intenta ayudar a su amiga, será la siguiente en sucumbir, quedando para el final el trío de descerebrados), pues se empeñan en tomar decisiones cada vez más estúpidas, al igual que otros personajes (¿Porqué no huyen cuando Henry llega a la cabaña? ¿Cuál es el motivo de que Marcy escape en dirección al cobertizo cuando la ataca el perro, si tiene la puerta del refugio abierta a su lado y acaba de salir por ella? ¿Porqué Jeff, el más cuidadoso a la hora de evitar la infección, vuelve a la cabaña una vez sus amigos han muerto, entrando en todas las habitaciones, repletas de sangre y de restos humanos supuestamente contaminados? ¿No había forma de meter el homenaje a La noche de los muertes vivientes, George A. Romero, 1968, de una manera menos forzada? ¿A nadie le resulta chocante que los padres o familiares de los chicos no pregunten por éstos cuando se den cuenta de que han desaparecido? ¿Cómo les van a explicar lo que les ha pasado, si sus restos son calcinados? ¿Por qué el agente Winston -Andrews- tira el cadáver de Paul al mismo riachuelo al que fuera a parar Henry -en vez de quemarlo, como sí que hacen con el resto de cuerpos-, si sabe que el chico estaba enfermo y que la bacteria es muy contagiosa?). Todo esto hace que el devenir de los personajes no nos importe en absoluto, provocando que las (brutales) muertes no causen el más mínimo asomo de desasosiego o asombro, reduciéndose a una sucesión de defunciones más o menos sangrientas (la cabeza de Karen es aplastada con una pala por Paul -fuera de plano-, cuando éste descubre el estado de la chica -atención a su rostro, antaño bello y ahora reducido a una horrible y grotesca máscara debido a la acción de la bacteria-; Marcy es devorada por el perro de Henry; la cabeza de Bert vuela por los aires de un disparo efectuado por los hombres del pueblo, a su vez eliminados por Paul -cuya muerte no es mostrada- en cuestión de segundos; y Jeff es tiroteado por los agentes de policía) y carentes de cualquier tipo de efecto sobre el espectador.


   Donde Roth se muestra acertado, como siempre, es en los momentos en los que saca a relucir su sentido del humor (esa tienda en la que se detienen los chicos a comprar provisiones, confundiendo al dueño con el típico racista sureño cuando les dice que la escopeta de su negocio “Es para los negratas”. Al final, tres hombres de color llegan en un coche buscando el arma, que habían dejado en el bazar para que fuese reparada; los chicos, nietos del dueño de la tienda, que hacen limonada a la puerta del local con el agua del arroyo en el que se haya el cadáver de Paul, vendiéndola a todo aquel que pasa por allí -a los susodichos “negratas”; a los agentes de policía, incluido Winston, y al sheriff, que llegan después de deshacerse de los cadáveres de los chicos; a los vecinos…-); y su cinefagia (aparte de las ya citadas referencias a Posesión infernal y La noche de los muertos vivientes, su personaje, Justin, sale al inicio de 2001 maníacos, Tim Sullivan, 2005, haciendo autostop junto a Mambo, su perro, y encontrándose a los protagonistas, que conducen su vehículo. Cuando éstos le dicen su destino, el responde: “A mí me gustan más las cabañas en el bosque”. Los chicos lo dejan tirado, y uno de ellos se burla de él con la palabra “Faced”, la misma que repite en el filme de Roth cuando se encuentra al grupo en el refugio. Andrews, por cierto, es uno de los maníacos de la película de Sullivan). Lástima que estos puntos no consigan salvar a un filme que no aguanta más de un visionado, lastrado por sus penosos personajes y por su guión, lleno de agujeros e incoherencias.


(4,5/6)

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