CANDYMAN 2: ADIOS A LA CARNE (Bill Condon) / 1995: Kelly Rowan, Tony Todd, Veronica Cartwright, William O´Leary, Bill Nunn, Timothy Carthart.

   Candyman es invocado por Annie, una descendiente suya que reside en Nueva Orleans (concretamente, en su Mardi Gras, lo que dota al filme de una espectacular ambientación y unos magníficos decorados, cuya sola presencia hacen que la obra de Condon sea superior al filme primigenio), posibilitando que el asesino prosiga su sangrienta venganza, mientras conocemos nuevos elementos de su mitología, como que es adorado como un dios local en los ritos vudú realizados por los lugareños.

   Superior secuela del film de Bernard Rose, que se ve lastrada por algunas decisiones absurdas que toman unos personajes supuestamente adultos y coherentes. ¿De qué se puede catalogar sino la ridícula medida que toma Annie (una por otra parte excelente Kelly Rowan) de invocar a Candyman en un espejo para demostrar a sus alumnos que no existe, y que da lugar a la muerte de sus seres queridos? ¿Y la de Ethan (O´Leary), hermano de Annie, de huir tras el asesinato del policía, en el que es obvio que no ha tenido nada que ver, y que finaliza con su muerte al ser tiroteado por otro agente? ¿O la de Octavia (la genial Veronica Cartwright, a la que siempre recordaremos por sus papeles en la magistral y maravillosa La invasión de los ultracuerpos, Philip kauffman, 1978, en una de las obras maestras indiscutibles de los 70, Alien, el octavo pasajero, Ridley Scott, 1979, o por sus apariciones esporádicas en una de las mejores series de televisión de la historia, Expediente X), madre de Ethan y Annie, de ocultar la verdadera historia de Candyman a estos y los vínculos familiares que les unen al hombre del garfio? Si perdonamos estos pequeños defectos, nos queda un entretenimiento perfectamente disfrutable y divertido, con un Tony Todd que se lo pasa en grande haciendo una vez más de Candyman, y con una profundización en la historia y el mito del personaje del todo convincente.

   Se nota, sin duda, la mano de Condon, que posteriormente se encargaría de trabajos de mayor entidad, como ese peliculón que es Dioses y monstruos, 1998, que recreaba parte de la vida de James Whale, el autor de El doctor Frankenstein, 1931 (la película basada en la inmortal obra literaria de Mary Shelley) y su secuela, La novia de Frankenstein, 1935, o se dejaría seducir por la maquinaria hollywoodiense para dirigir uno de los capítulos de la infame saga Crepúsculo.

(6/5)

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