GRITO 2, EL (Takashi Shimuzu) / 2006: Amber Tamblyn, Edison Chen, Arielle Kebbel, Sarah Roemer, Matthew Knight, Sarah Michelle Gellar, Misako Uno, Teresa Palmer, Takako Fuji, Ohga Tanaka, Yuya Ozeki, Jennifer Beals, Christopher Cousins, Takashi Matsuyama.
La joven Aubrey (Tamblyn, ya vista anteriormente en el remake del kwaidan eiga que lo inició todo -The ring: El círculo, Hideo Nakata, 1998- y que llevaría por título The ring: La señal, Gore Verbinsky, 2002. En él, la joven actriz interpretaba el rol de Katie, la sobrina de la protagonista -Naomi Watts-, convirtiéndose en la primera víctima de Samara) acude a Tokyo enviada por su madre para traer de regreso a su hermana Karen (Gellar, en un breve aunque impactante regreso tras su rol protagonista en la primera entrega -El grito, Takashi Shimizu, 2004-), internada en un hospital tras causar un incendio que provocó la muerte de su pareja en la casa en la que trabajaba como asistente social (acontecimientos que vimos al final de la primera entrega). El aparente suicidio de su hermana, que se produce justo después de que Aubrey la visite, y la aparición de Eason (Chen), un periodista que, al igual que Karen, también se adentró en la vivienda maldita y que dice saber la verdad, provocan que la protagonista intente averiguar lo que realmente sucedió. Por otro lado, una familia de Illinois comienza a observar un extraño comportamiento en sus vecinos.
Shimizu regresa, por sexta vez, a la casa maldita en la que acontecieron los trágicos sucesos que desembocaron en la muerte de Kayako (que vuelve a interpretar al espectro de movimientos espasmódicos y convulsivos, tal y como hiciera en las cinco entregas anteriores) y Toshio (Tanaka, en realidad una preciosa niña que interpreta por primera vez el papel del pequeño fantasma), su hijo, a manos de Takeo (Matsuyama, que también repite con respecto a las anteriores películas con la contada excepción de La maldición 2, Takashi Shimizu, 2003, en la que su personaje no aparece), el cabeza de familia. Hay que agradecerle al director nipón, no obstante, que ésta vez no fotocopie la citada La maldición 2, pues el filme que analizamos establece una continuidad con respecto a su primera parte, pero se aparta del camino trazado por la secuela original. Cierto es que determinados aspectos se repiten con respecto a las películas precedentes rodadas en Japón (la aparición de tres jóvenes estudiantes que entran en la casa, cuyo destino queda marcado trágicamente por ese acto. De todas formas, la resolución de esta parte difiere bastante con respecto a la primigenia. La escena que sí resulta calcada en proporción a la original es la del anciano que hace monerías en el tren mirando hacia Aubrey, sin que ésta se percate de lo que sucede -algo por otra parte carente de sentido, pues a estas alturas la joven ya ha entrado en la vivienda y sabemos de su capacidad para ver a los espectros-. Cuando la cámara se desplaza hacia el cristal del vagón, observamos a Toshio sentado junto a la joven), pero en esta ocasión asistimos a un nuevo torrente de apariciones, en la mayoría de los casos aterradoras, pese a que el factor sorpresa ya ha desaparecido hace demasiado tiempo (la secuencia de las tres estudiantes que acuden a la casa encantada para llevar a cabo una especie de rito iniciático: Allison -Kebbel-, que intenta ser aceptada por las otras dos, se introduce en el armario que da acceso al desván, quedándose la puerta atrancada. Un plano en contrapicado muestra a Kayako acechando desde la oscuridad. Entonces, el techo del edificio comienza a temblar y la muchacha se ve invadida por el pánico. Cuando descubre el rostro del fantasma, que se ha movido hasta tocar casi su cara, logra abrir el ropero, huyendo despavorida; la muerte de Karen, uno de los momentos más terroríficos del filme: El fantasma aparece en el cabecero de la cama y la joven logra soltarse las correas que la sujetan, comenzando una huída que la lleva a pasar junto a unos estudiantes de medicina -podemos observar a Kayako entre ellos- y a cruzar un pasillo, quedándose al final del mismo. Las luces comienzan a apagarse de manera gradual desde el otro lado y el plano nos muestra a la aparición avanzando de manera convulsiva hacia la joven, en una imagen espeluznante, hasta que su rostro invade la pantalla, produciéndose un gruñido estremecedor. Karen llega a una sala en la que cuelgan cortinas de plástico, que son empujadas por las manos del fantasma, intentando capturarla, mientras vuelve a emitir su característico sonido gutural. La perseguida llega a la azotea, donde es cogida por la espalda al borde del abismo, cayendo al vacío junto a su hermana y el periodista, que en ese momento salen del hospital. Éste observa al espectro agarrado a la fallecida, momento que parece extraído del final de la notable Shutter, Banjong Pisanthanakun & Parkpoom Wongpoom, 2004; Eason contemplando una grabación policial, en la que escucha un rugido. Al pasar la imagen a cámara lenta ve al fantasma en la parte superior del marco. Asustado, apaga la televisión, y esta vez el espectro aparece reflejado en la pantalla, de pie junto a él; el ataque a Eason en la sala de revelado, con esas fotos en las que, como si se tratase de una secuencia de dibujos animados, una sombra amenazadora avanza, imagen a imagen, hacia el periodista hasta hacerse material saliendo de uno de los retratos; o el que quizá sea el punto álgido, con la visita de Allison a su directora, a la que le cuenta lo que le pasa. Ésta le responde que también ha estado en la casa y que allí no sucede nada. La joven le responde que Noriko irá a por ella como fue a por Vanessa -Palmer- y Miyuki -Uno-. La frase de la directora resulta harto inquietante: “Allison, no sé de qué estás hablando. Ellas están aquí”. En primera instancia, dos planos consecutivos nos muestran a la chica con ellas en segundo término, una a cada lado. Un tercer plano nos ofrece una perspectiva frontal, con las dos jóvenes sentadas y mirando fijamente a Allison. Sus rostros macilentos y sus ojeras les dan un aspecto cadavérico espantoso. Un gemido sobrecogedor emitido por Vanessa, que se levanta amenazadora mientras la observamos en contrapicado, abriendo la boca de manera imposible y antinatural, pone fin a la aterradora escena), que se entremezclan con alguna que otra secuencia que no alcanza el grado de tensión y la capacidad de crear miedo buscados (los ataques a Vanessa y Miyuki, que concluyen con la desaparición de ambas; la escena en la que el pequeño Jake -Knight-, uno de los miembros de la familia del capítulo que se desarrolla en Illinois, ve los ojos de Noriko a través de los periódicos que se hallan pegados en las ventanas de la habitación de su vecino; o el final, en el que descubrimos lo que finalmente sucedió con los protagonistas de la escena inicial y con sus hijos -pese a todo, el momento en el que el fantasma de la mujer sale de la sudadera tirada en el suelo para acabar con el último superviviente resulta estremecedor-). También es acertado el inicio (en el que una mujer -interpretada por Jennifer Beals, la protagonista de Flashdance, Adrian Lyne, 1983- de la que desconocemos su identidad está siendo reprendida por su pareja porque el desayuno que le ha preparado está chamuscado. Aquella arroja el aceite hirviendo sobre la cabeza del hombre, golpeándole después de manera brutal con el sartén que acaba de vaciar), pues logra captar la atención del espectador, que ignora quienes son los protagonistas de la escena y cuál es el motivo del horrible acto que acaba de presenciar, manteniendo esa incertidumbre hasta bien avanzado el metraje.
Lo que parece inevitable en las versiones estadounidenses es la costumbre de darle al público occidental la historia mucho más masticada que al oriental, pues resulta casi una obligación explicar el origen del mal del que somos testigos, dándole un trasfondo presuntamente coherente (y digo presuntamente porque la historia, contada en el ya habitual flashback, de que la madre de Kayako era una exorcista que introducía los espíritus malignos que extraía de sus pacientes en el cuerpo de su hija resulta, cuanto menos, poco creíble) que le hace perder parte de su misterio, y por lo tanto, de su capacidad para producir desasosiego y angustia. También perdemos la estructura desorganizada de la primera parte y los originales, optando en esta ocasión por respetar la cronología, aunque alternando las dos historias que se nos presentan (la que se desarrolla en Tokyo y la que tiene lugar en Illinois) y que acaban confluyendo en una sola (la revelación final, en la que descubrimos que Allison es el “misterioso chico” de la capucha, que ha regresado de Japón tras su traumática experiencia). En todo caso lo que no desaparece (es más, cobra mayor relevancia) es la sensación de pesimismo que flota y densifica el ambiente, y que se logra otorgando una vez más ese carácter maldito a la casa, uniendo a todos aquellos que penetran en su interior a un trágico destino consistente en verse condenados a una muerte horrible e inevitable, suponiendo ya una constante a lo largo de toda la saga. Como ya hemos dicho, esa sensación se acrecienta debido a que la maldición se amplia, alcanzando también a aquellos que se relacionan con los condenados aunque no se hayan adentrado en las dependencias de la morada.
Resulta simpático el detalle del logo de Columbia (una mujer que porta una antorcha y viste una túnica y un manto azul) convirtiéndose gradualmente en Kayako (su pelo rojizo se suelta, cayendo sobre su rostro en una melena negra que se alisa y le cubre la cara) mientras la pantalla sufre varios apagones. En cuanto al score, de nuevo de Christopher Young, resulta más funcional que el de la primera parte, remarcando los sobresaltos con golpes de sonido, algo que, en la mayoría de los casos, no es necesario, pues aquellos ya causan pavor sin necesidad de ornamentos o ayudas. Finalmente, la producción vuelve a ser obra de Sam Raimi y Bob Tapert bajo el amparo de Ghost House Pictures, la empresa que crearon especializada en cine de terror.
(6,5/1)
CARÁTULAS Y POSTERS
TRAILER USA 1
TRAILER ESPAÑA 1
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