JÓVENES OCULTOS (Joel Schumacher) / 1987: Jason Patric, Corey Haim, Dianne Wiest, Barnard Hugues, Edward Herrmann, Kiefer Sutherland, Jami Gertz, Corey Feldman, Jamison Newlander, Billy Wirth, Alex Winter, Brooke McCarter, Chance Michael Corbitt, Alexander Bacan Chapman, Nori Morgan.
Una familia formada por una madre recién divorciada y sus dos hijos se muda a Santa Carla, un pequeño pueblo de California, en apariencia tranquilo e idílico. Una vez allí se darán cuenta de que esa calma es sola aparente (algo que se visualiza perfectamente en la llegada de la mujer y sus vástagos a la población, encontrándose con ese cartel que traza un paisaje bucólico e ideal, pero que en su parte trasera oculta un grafiti que reza: “Capital mundial del asesinato”. La visión de la fauna que habita las calles junto a la aparición de multitud de carteles con fotografías de chiquillos desaparecidos empiezan a borrar ese falso retrato inicial), pues en los últimos años se han producido multitud de desapariciones inexplicables entre la juventud y los niños del lugar, las cuales no han sido resueltas. Al parecer, todo se debe a un grupo de vampiros que, desde hace un tiempo, han tomado a la población de Santa Carla como base de su alimentación, sin que nadie haya hecho nada por evitarlo.
Nos encontramos ante una de esas películas ochenteras de culto, en esta ocasión bien merecido, que cumple con creces las pautas del cine de género de esa década dorada. Por un lado tenemos a un grupo de actores jóvenes y solventes (Destacan, sobre todo, los dos Corey: Haim -una lástima su temprano fallecimiento en 2010, a la edad de 38 años, debido a una neumonía mal curada-, y Feldman quien tres años atrás se había enfrentado con éxito a Jason Vorhees en Viernes 13 parte 4: Último capítulo, Joseph Zito, 1984, y al que también habíamos visto en la genial Los Goonies, Richard Donner, 1985, y en Cuenta conmigo, Rob Reiner, 1986, una de las grandes obras maestras de los ochenta; pero también el siempre excelente Sutherland, con ese rostro capaz de expresar inocencia y maldad a conveniencia, en un oscuro papel que recuerda al que interpretara en la citada Cuenta conmigo; la bellísima y arrebatadora Gertz dando vida a Estrella, la única vampira del grupo de chupasangres, de la que queda prendado Michael -Patric-, tal y como nos pasó a muchos espectadores de mi edad cuando la vimos por primera vez en este papel; o el atractivo Wirth -Secuestradores de cuerpos, Abel Ferrara, 1993-, actor de limitados recursos, pero de presencia totalmente cautivadora) secundados por otros con más experiencia (la ganadora de dos Oscars -Hannah y sus hermanas, Woody Allen, 1986 y Balas sobre Broadway, idem, 1994- Wiest, sensacional en el papel de Lucy -¿Westenra?-, la madre de los hermanos interpretados por Patric y Haim; Hugues, el abuelo de Blossom en la serie del mismo nombre, ejerciendo de ídem de los anteriores, o Herrmann -Richard en Las chicas Gilmore- en el rol de interés amoroso de Lucy, descubriéndose finalmente como el vampiro supremo, cuya muerte deshace la maldición sobre el resto de no muertos).
En segundo lugar, nos hallamos ante un filme que mezcla comedia y terror (una fórmula usada también en Re-Animator, Stuart Gordon, 1985; El terror llama a su puerta, Fred Dekker, 1986; o La divertida noche de los zombis, Ken Wiederhorn, 1988) de manera sumamente acertada, entremezclando ambos ingredientes en su justa medida y ofreciendo momentos brillantes en el primero de los géneros mencionados (las mejores líneas, son, sin duda, para Haim. Véase como ejemplo la llegada a casa del abuelo, con Michael diciendo “Qué sitio más guapo”, y Sam replicando “Para La matanza de Texas”; el momento en el que los dos hermanos -atención a la química existente entre ambos- asisten al concierto en la playa, quedándose el mayor prendado de Estrella, a la que persigue, mientras el más pequeño sale tras él exclamando “Estoy a merced de tus hormonas sexuales”; o esa descacharrante frase que Sam le suelta a Michael cuando descubre que éste no se refleja en los espejos y que, por tanto, es un chupasangre: “¡Mi propio hermano se ha vuelto un vampiro de mierda! ¡Ya verás cuando mamá se entere!”. De todas formas, el personaje del abuelo no le va a la zaga. Cuando su nieto menor, un fanático de la MTV, le pregunta si tiene televisión, él contesta “No. Si lees la guía de la tele, no hace falta ver la tele”. Otro momento divertido se produce cuando Sam sube al vehículo del anciano junto a éste y le dice “Vamos al pueblo”. El abuelo pone en marcha el automóvil, lo detiene a continuación y se baja. La decepción se dibuja en el rostro del joven, que exclama “Creía que íbamos al pueblo”, y la respuesta por parte del viejo es del todo inesperada: “Esto es lo máximo que me acerco al pueblo”) y otros igualmente notables (aunque no tan numerosos ya que la mayoría de ataques vampíricos se producen en plano subjetivo) en el segundo de ellos (la carrera de motos que empieza en la playa y concluye en los acantilados de Santa Carla después de atravesar sus bosques no se puede calificar de aterradora, pero sí que está perfectamente rodada, mantiene la tensión y tiene un excelente tono videoclipero -esa niebla que se cierne sobre las motos, esos primeros planos de los rostros…-; y el ataque y asesinato de los rockeros en las dunas de arena sí que resultan inquietantes y sumamente sangrientos pese a la saturación de planos cortos, justificables de todos modos, pues añaden confusión a la escena).
Finalmente los efectos especiales, artesanales y sangrientos, obra de dos genios en la materia como Greg Cannom y Tony Gardner (citar sus trabajos y méritos sería una tarea interminable, así que emplazo a quien lo desee a consultar la filmografía de ambos en Imdb), no escatiman momentos gore, aunque éstos sean un tanto escasos. Véanse, por ejemplo, la muerte de Paul(McCarter), lanzado a una bañera llena de agua bendita y ajos por Nanook, el perro de Sam, actuando el líquido elemento como si de un ácido se tratara, consumiendo la piel del joven y transformando su antaño atractivo rostro en una irreconocible mezcla de quemaduras, heridas y llagas purulentas que provocan la caída de la piel, dejando a la vista una grotesca calavera en cuestión de segundos; o la explosión de la cabeza de Dwayne(Wirth), tras ser ensartado con una flecha y electrocutado por Sam.
Mencionar también que su título original (The lost boys) es un nada velado homenaje a los niños perdidos de Peter Pan, la obra literaria de J. M. Barrie, estableciendo una acertada y a la par sumamente siniestra identificación entre éstos y los jóvenes vampiros del filme de Schumacher, ya que David (Sutherland) y sus amigos también son críos que viven en su particular país de Nunca Jamás, negándose a crecer y haciendo de su adolescencia una etapa eterna y de sus días un ciclo de juventud interminable. La elección del “Cry Little sister” de Gerard McMann actúa en virtud a esa idea, con esos coros de voces blancas que resultan evocadores, sugestivos e inocentes (más aún en el momento en el que resuena con más fuerza, con ese vuelo ensoñador en plano subjetivo a través de los cielos y de las nubes), y que crean un efecto similar al dado en Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno, George Miller, 1985, con el tema “We don´t need another hero”, de Tina Turner, cuyos coros infantiles rubricaban las andanzas del héroe interpretado por Mel Gibson y de los niños que le seguían en su éxodo como si del Moisés bíblico se tratase, en una historia que, curiosamente, también guardaba múltiples paralelismos con la ya citada de Barrie. Por otro lado, también es curioso el nombre de los hermanos Frog (recordemos, Feldman y Newlander), uno Edgar y el otro Alan, faltando solamente el Poe para completar la denominación de uno de los más grandes autores literarios de terror de todos los tiempos.
(6,5/4)
CARÁTULAS Y POSTERS
TRAILER USA 1
TRAILER USA 2
(V.O.S.E.)
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