LLAMA UN EXTRAÑO (Fred Walton) / 1979: Carol Kane, Charles Durning, Tony Beckley, Colleen Dewhurst, William Boyett, Ron O´Neal, Rachel Roberts, Rutanya Alda, Carmen Argenziano, Michael Champion.
Una canguro (Kane, vista en La princesa prometida, Rob Reiner, 1987, y en Los fantasmas atacan al jefe, Richard Donner, 1988, en la que hacía el papel de uno de los espectros que visitaban a Bill Murray. También participó en la secuela de la película que nos ocupa, igualmente dirigida por Walton -Llama un extraño 2, 1993-) se queda al cuidado de dos pequeños, contratada por los padres de éstos. Pronto comenzará a recibir llamadas de un individuo que le pregunta insistentemente si ha ido a ver a los niños. La joven avisará a la policía, que le recomienda permanecer encerrada en la casa, hasta que una nueva llamada, esta vez desde comisaría, le dice que, tras rastrear una de las conversaciones, el asesino ha sido localizado en el interior de la vivienda. La llegada de los agentes solo sirve para detener a aquel, después de que haya acabado con la vida de los pequeños. Varios años después, el maníaco escapa del sanatorio en el que se hallaba recluido, siendo perseguido de forma casi obsesiva por el detective que llevó el caso tiempo atrás, interpretado por Durning (visto en Hermanas, Brian De Palma, 1973; La furia, ídem, 1978; La oscura noche del espantapájaros, Frank De Felitta, 1981; Los crímenes del rosario, Fred Walton, 1987; Llama un extraño 2; y poniendo la voz de Francis Griffin en Padre de familia).
Nos encontramos ante una de las más claras influencias de Scream, Wes Craven, 1996, con unos primeros veinte minutos excelentes que recuerdan sobremanera a la película citada (aunque sería más correcto decir que son los quince minutos iniciales de Scream los que retrotraen a Llama un extraño). Si en la película aludida era una joven (Drew Barrymore, recordemos) la acosada por un perturbado que usaba el teléfono como elemento intimidatorio, aquí tenemos a una canguro a la que se le somete una y otra vez a la misma cuestión (ese “¿Has ido a ver a los niños?” que acaba resultando un tanto desidioso), aludiendo a su vez y directamente a la famosa leyenda urbana de la niñera que obvia dicha llamada, para encontrarse, cuando al fin opta por seguir el consejo de su interlocutor, con que los niños a su cargo han sido asesinados (fábula mencionada en otro famoso slasher post-Scream como Leyenda urbana, Jamie Blanks, 1998. Por cierto, el estreno en Estados Unidos acarreó una oleada de llamadas de bromistas a canguros que intentaban hacer la gracia basándose en la historia narrada en la misma). Además, tal y como sucedía en la película de Craven, nuestra protagonista intentará, en vano, hablar con el asesino, que corta la conversación con otra frase similar a la de la película citada (“Quiero bañarme en tu sangre” en vez del “Quiero ver como son tus entrañas” de Ghostface). Es incluso destacable la existencia de varios planos interiores de las casas muy similares en ambos filmes.
Es una lástima que, al contrario de lo que sucede en Scream, toda la parte intermedia de la película se transforma en un vulgar thriller policial en el que el asesino (Beckley, que dota a su personaje de un tono patético -llegando incluso a causar lástima en el espectador-, reforzado por ese lastimero asedio hacia la mujer -Dewhurst- con la que intenta relacionarse en el bar, consiguiendo única y exclusivamente llevarse una paliza de uno de los clientes ante su pertinaz insistencia. El actor estaba muy enfermo de cáncer en el momento del rodaje, falleciendo poco después -de hecho, la secuela está dedicada a su memoria-) es perseguido por un detective de manera obstinada una vez ha huido del psiquiátrico en el que estaba encerrado. El filme solo recupera el brío inicial en sus últimos diez minutos, cuando el merodeador encuentra la casa de la canguro (el cómo lo hace es un misterio, pues no debería conocer la nueva dirección de la mujer tras siete años), ya casada y con dos hijos, y se introduce en la misma la noche que la joven acude a una cena con su pareja (atención a la llamada que sufre en el restaurante, en la que el asesino vuelve a repetir la frase con la que la atormentó tiempo atrás, y al logrado susto que tiene lugar cuando ella se mete en la cama después de llegar a su casa, y que la policía abandone su hogar tras inspeccionarlo -otra pequeña incongruencia, ya que la vivienda es registrada de cabo a rabo por los agentes, que no logran encontrar al psicópata-). Esta arritmia sufrida en la parte intermedia puede ser debida a que la idea inicial del director era realizar un cortometraje llamado The sitter (en español, La niñera), que tan solo tomaba el primer tramo del filme (la parte del asedio telefónico). Todo lo demás se añadió posteriormente con el fin de aprovechar el tirón de otras películas coetáneas protagonizadas por asesinos en serie, como La noche de Halloween, John Carpenter, 1978.
Fue objeto de un inferior remake, titulado Cuando llama un extraño, Simon West, 2006, estirando los veinte primeros minutos del filme de Walton hasta alcanzar el metraje necesario, y en el que además se cambiaba deliberadamente el final de esa primera parte, eliminando su tono amargo y optando por uno más convencional y feliz.
(6,5/1)
CARÁTULAS Y POSTERS
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