MAGIC: EL MUÑECO DIABÓLICO (Richard Attenborough) / 1978: Anthony Hopkins, Ann-Margret, Burgess Meredith, Ed Lauter, E.J. André, Jerry Houser, David Ogden Stiers, Lillian Randolph, Joe Lowry, Bob Hackman, Mary Munday.
Corky (Hopkins dando vida a un personaje tan oscuro como el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos, Jonathan Demme, 1991; Hannibal, Ridley Scott, 2001, y El dragón rojo, Brett Ratner, 2002. De hecho, ambos caracteres guardan más similitudes aparte de sus aptitudes criminales, pues poseen dobles personalidades totalmente contrapuestas, mostrándose encantadores para embaucar a quien se propongan, sacando al instante su reverso desequilibrado. El rol protagonista también fue ofrecido a Jack Nicholson y a Gene Wilder) es un mago que, pese a su habilidad con los trucos que efectúa, no logra el éxito que busca. Su suerte cambia cuando decide introducir en su número la ventriloquía mediante un muñeco de nombre Fats (creado a imagen y semejanza de Hopkins) que le ayuda en sus espectáculos. Cuando su trabajo se ve por fin reconocido, Ben Greene, su representante (Meredith, el Mickey Goldmill de la saga Rocky) hace lo posible por conseguirle un contrato en una conocida cadena de televisión. Corky rechaza la oferta cuando le exigen que pase un reconocimiento médico antes de firmar el acuerdo, pues es consciente de que la marioneta comienza a ejercer una fuerte influencia sobre sus decisiones, pareciendo cobrar vida. Decidido a alejarse de la primera plana hasta que consiga recuperar el control, se retira al pequeño pueblo donde pasó su infancia, retomando el contacto con Peggy Ann (una Ann-Margret sensacional y guapísima), un antiguo amor de juventud. Todo se tuerce cuando su agente lo encuentra, sorprendiéndole en una acalorada discusión con Fats. Decidido a sacar a la luz la enfermedad de Corky para que se someta a tratamiento, opta por regresar a la ciudad, siendo asesinado por su representado, que cumple órdenes del muñeco. El regreso del marido de Peggy (Lauter, uno de esos secundarios vistos mil y una veces en pantalla) no hace más que complicar aún más si cabe las cosas.
Nos encontramos ante una de esas pequeñas joyas desconocidas del cine de terror (dirigida por Attenborough en su única incursión en el género en cuanto a su labor como director, aunque también conviene recordar que es el autor de obras prestigiosas como Un puente lejano, 1977; Gandhi, 1982; Grita libertad, 1987; o Tierras de penumbra, 1993, si bien los amantes del fantástico siempre lo recordarán como el excéntrico multimillonario John Hammond, empeñado en revivir a los dinosaurios en Parque Jurásico, Steven Spielberg, 1993; y El mundo perdido: Jurassic Park, ídem, 1997. El director aceptó el encargo al contemplarlo como una forma de financiar la realización del filme que realmente quería hacer, Gandhi) que, de no ser por la irrupción de internet y la labor de búsqueda y restauración de algunos amantes del género empeñados en recuperar títulos olvidados y acercarlos al común de los mortales, quizá nunca llegarían a nuestras manos. Efectivamente, no todos los que descargamos películas de la red lo hacemos con el fin de ahorrarnos la entrada del cine para ver en casa los últimos estrenos grabados con un teléfono móvil y un sonido en el que se escucha a la gente engullir barreños de palomitas y sorber con fruición litros de hielo con una pizca de refresco (algo que también escuchas en la misma sala previo pago de los correspondientes ocho euros con cincuenta de la entrada), y líbreme Dios de realizar aquí una apología de la piratería, pues nada más lejos de mi intención, pero sí quiero dejar claro mi agradecimiento eterno por acercarnos un arsenal de películas soñadas (y hasta hace poco tiempo inalcanzables) a un montón de gente anónima que, desinteresadamente y sin ánimo de lucro, rebusca por páginas webs de venta de ediciones foráneas (con Amazon a la cabeza), mercadillos de segunda mano, videoclubs de extrarradio, canales de cable inhóspitos y demás vías de acceso, consiguiendo títulos míticos en el idioma que sea y haciéndose con audios o subtítulos españoles de ediciones extranjeras que son agregados al filme correspondiente.
Tras la monserga de turno y volviendo al filme que nos ocupa, cabe citar como antecedente del mismo un segmento de la igualmente notable Al morir la noche, Basil Dearden, Alberto Cavalcanti, Robert Hamer & Charles Crichton, 1945, película que anticipaba aquellos filmes de historias cortas que pondría de moda la británica Amicus (la más conocida de las competidoras de la Hammer Films junto a la Tygon) en las décadas de los setenta y ochenta (podemos citar, por ejemplo, Refugio macabro, Roy Ward Baker, 1972; La bóveda de los horrores, ídem, 1973; o Condenados de ultratumba, Kevin Connor, 1973). La mención al filme de 1945 no es gratuita, pues el último fragmento, titulado The ventriloquist´s dummy y dirigido por Alberto Cavalcanti, posee un argumento con multitud de similitudes respecto a Magic: El muñeco diabólico, pareciendo el filme de Attenborough un remake alargado de aquel.
Por supuesto, el hecho de contar con la labor del reputado William Goldman en la tarea de escritura de guión (Las mujeres de Stepford, Bryan Forbes, 1975; La princesa prometida, Rob Reiner, 1987; Misery, ídem, 1990; o Corazones en Atlántida, Scott Hicks, 2001), y con cuatro actores de la talla de Hopkins (sensacional, llegando a estar nominado a los Globos de Oro como Mejor Actor en la edición de 1979), Ann-Margret (dotando de carácter y arrojo a una mujer en apariencia frágil y desvalida), Meredith (el representante que se preocupa por la carrera de su cliente, pero también por su salud mental. Su bondad le costará la vida cuando intenta que Corky acuda a un médico que le pueda ayudar, siendo brutalmente asesinado por el protagonista -destaca tanto la escena donde el ventrílocuo es sorprendido por el anciano discutiendo abiertamente con su muñeco, como el inmediato y salvaje crimen, pues la víctima es golpeada a traición en la cabeza una y otra vez con la testa del muñeco, zarandeado por su dueño), y Lauter provoca que la película tenga entidad propia, a lo que también contribuye el clima conseguido en el último tercio de metraje, pleno de tensión e intriga (todo lo que sucede a partir del hallazgo del cadáver de Greene). En definitiva, un filme notable, con un póker de actores en estado de gracia y con una ambientación tenebrosa, inquietante y malsana.
Mencionar finalmente que James Hetfield, vocalista y guitarrista de Metallica, compuso la canción “Sad but true” para el disco que llevaría el mismo nombre que el de la banda basándose en la película de Attenborough. Un simple vistazo a la letra de la misma sirve para darse cuenta de la relación existente.
(7/1)
CARÁTULAS Y POSTERS
TRAILER USA 1
TRAILER USA 2
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