QUEMA, LA (Tony Maylam) / 1981: Brian Matthews, Leah Ayres, Brian Backer, Larry Joshua, Jason Alexander, Ned Eisenberg, Carrick Glenn, Carolyn Houlihan, Fisher Stevens, Lou David, Shelley Bruce, J.R. McKechnie.
Un grupo de chicos deciden gastarle una broma a Cropsy (David), el perverso y cruel conserje del campamento de verano en el que pasan sus vacaciones. La inocentada se les escapa de las manos y concluye con un incendio en la cabaña en la que duerme el hombre, logrando éste sobrevivir milagrosamente pese a sufrir terribles quemaduras por todo el cuerpo. Cinco años después, Cropsy es dado de alta en el hospital en el que permanecía ingresado mientras se recuperaba, al menos parcialmente, de las heridas sufridas. En ese periodo de tiempo que ha permanecido enclaustrado, el odio y el resentimiento que siente hacia los chicos que causaron su desgracia no ha hecho más que aumentar, así que decide dirigir sus pasos hacia otro campamento cercano a aquel en el que trabajaba y en el que el cabecilla del grupo de bromistas es uno de los monitores. Una vez allí, dará rienda suelta a su desprecio y a sus instintos homicidas cuando empieza a cometer una serie de asesinatos a cual más cruel y aterrador.
Tanto La noche de Halloween, John Carpenter, 1978, como Viernes 13, Sean S. Cunningham, 1980, son consideradas como las dos películas que dieron inicio al subgénero slasher, aunque yo no me canse de reivindicar una y otra vez la mucho más temprana y para mi superior Navidades negras, Bob Clark, 1974. A su estela surgieron un montón de body counts miméticos plagados de adolescentes descerebrados con las hormonas en ebullición y sedientos de sexo (lo que permitía lanzar ese mensaje ultraconservador típico de esa década que venía a decir que las relaciones prenupciales y el consumo de drogas conllevaban el riesgo de morir de forma horrible -no así el tabaco, en aquellos tiempos un valor en alza para la economía del país, pese a sus nefastas consecuencias para la salud-, y que aquí alcanza su mayor expresión en esa conversación cargada de frivolidad que mantienen las chicas en su cabaña mientras fuman marihuana), empeñados en quedarse solos y desnudos (como buen slasher ochentero, no falta la correspondiente ración de chicas en cueros) en las situaciones más comprometidas; policías que o no llegan nunca o son tan torpes como proclives a cruzarse con el asesino de turno en el momento más inoportuno (aunque aquí, y valga como excepción, los chicos llamarán a los agentes cuando las cosas comienzan a torcerse); y el citado asesino, un individuo deforme, parco en palabras y con una rabia descomunal hacia los teenagers que osaban invadir su territorio, provocada por alguna broma de mal gusto llevada al extremo o por una afrenta pasada que no tuvo su ineludible venganza. El decorado donde se llevaba a cabo dicha venganza tampoco era un prodigio de originalidad, pudiendo desarrollarse la acción en un campamento de verano, un tranquilo barrio residencial de una anodina población de los Estados Unidos, una casa abandonada, o una facultad (o instituto, o escuela. ¿Qué mejor lugar para juntar a un grupo de estudiantes con ganas de diversión?), aunque a veces el guionista se exprimía el cerebro y situaba la historia en un tren o en los sueños de los protagonistas. The burning quizá forma, junto a Campamento sangriento, Robert Hiltzik, 1983, y 7 mujeres atrapadas, Mark Rosman, 1983, el triunvirato de alumnos aventajados en ese esquema con respecto al resto de sus compañeras en la oleada de imitaciones que surgieron tras los filmes de Carpenter y Cunningham (la no mención a Pesadilla en Elm Street, 1984, es consciente y deliberada, pues no se puede englobar en el grupo de slashers fundacionales, al ser bastante posterior a ambos, pero tampoco en el de “imitaciones de calidad”, ya que el filme de Craven tiene una entidad propia y unas características innovadoras que lo hacen muy superior a ellos).
Si bien la película de Maylam (un director que alcanzó aquí su cima, aunque también cuenta en su haber con otro filme de culto como es Segundo sangriento, 1992) no es, ni mucho menos, un producto original (el prólogo, en el que vemos la broma que causa la tragedia -consistente en colocar en la mesita de Cropsy, mientras duerme, una cabeza humana descompuesta muy similar a la vista al final de Viernes 13 parte II, Steve Miner, 1981- y cómo Cropsy es alcanzado por las llamas cuando despierta y reacciona con pánico, convirtiéndose en una bola de fuego que solo se apaga cuando consigue rodar hasta el lago cercano; la inmediata escena en el hospital, con ese enfermero que intenta asusta a un novato enseñándole el cuerpo abrasado, saliéndole el tiro por la culata cuando es sujetado por el brazo despellejado del futuro asesino, que se despierta en ese instante; el típico letrero de “tantos años después”, que en esta ocasión marca la salida de Cropsy de la clínica y su inicio en el mundo del crimen; o la escena en la que Todd -Matthews- cuenta a sus compañeros, sentados alrededor de una hoguera, la leyenda de Cropsy, viéndose interrumpido el relato por la aparición de uno de los chicos que asusta al resto, y que lleva una máscara muy similar al rostro del asesino de La casa de los horrores, Tobe Hooper, 1981. Un momento muy similar tiene lugar en la ya citada Viernes 13 parte II), sí que tiene a bien mostrar una serie de personajes por encima de la media (tanto Todd, como Michelle -Ayres-, Alfred -Backer-, Dave -Alexander-, Woody -Stevens-, o Fish -McKechnie- acaban resultando simpáticos, y la muerte de alguno de ellos resulta inesperada e impactante) que son presentados a lo largo y ancho de los primeros cincuenta minutos de metraje.
Pese a que algunos consideren esto como un defecto, puesto que el primer crimen en el campamento (no así del filme, pues la víctima inicial es una prostituta que tiene la mala suerte de cruzarse con Cropsy) se comete cuando ya han pasado más de tres cuartos de hora de película (pese a ello, se producen varios amagos, uno por parte del asesino durante el encuentro de beisbol, cuando una de las chicas penetra en el bosque en busca de una pelota, librándose de una muerte segura cuando la encuentra entre unos matorrales en el momento en el que las tijeras de podar del maníaco ya se habían elevado en el aire para ser descargadas; y otros tres del director: el momento en que Sally -Glenn- se baña en las duchas cercanas a las casetas de los monitores -en un claro homenaje a Psicosis, Alfred Hitchcock, 1960-, siendo observada por alguien cuya identidad no conocemos hasta que descubrimos que se trata de Alfred; la escena en la que Todd, de noche, llama a uno de los retretes que se hallan en el exterior, abriendo la puerta de uno de ellos, lo que permite la salida de una paloma que se abalanza sobre el joven; o cuando Woody, durante la cena, se dirige a su cabaña a buscar sus vitaminas, siendo seguido por alguien que le sorprende en el interior, y que no es otro que el propio Todd, preocupado por el chico), debería de tenerse en cuenta este punto como una virtud, pues en ese periodo de tiempo el director permite que empaticemos con los caracteres mediante varias escenas que, además, nos dejan ciertos momentos humorísticos (el partido de beisbol que sirve de presentación a varios personajes y en el que vemos por primera vez el campamento en el que Cropsy cometerá sus fechorías; la escena en la que Alfred, Woody, Dave y Fish disparan con una pistola de balines a Glazer -Joshua-, el matón del campamento, que en esos momentos se pavonea ante las chicas en una balsa en el lago, y que acaba cayendo a las aguas ante las carcajadas de los presentes; o el descenso en canoa, con los chicos gastando bromas y mojándose unos a otros) que provocan que cuando se cometen los asesinatos, éstos sean más dolorosos para el espectador, quien ve morir sin remedio a algunos personajes con los que antes había simpatizado.
Pese a que la mayoría de los asesinatos carecen de la garra necesaria pese a contar con la labor de Tom Savini en los FX de maquillaje (algo que se explica debido a la inclusión del filme en la lista de las Video nasties, una relación de títulos cuya distribución fue prohibida por la censura Británica. La película fue estrenada en 1992 con 19 segundos de cortes, y no fue hasta 2001 cuando fue redistribuida en su versión íntegra), hay alguno mínimamente reseñable (Karen es eliminada en pleno bosque, después de bañarse en el lago junto a Eddy -Eisenberg-. La chica, enfadada con su novio, sale sola y desnuda del agua y descubre que su ropa ha desaparecido, encontrándola diseminada a lo largo del camino, colgada de las ramas de los árboles. El asesino sale de detrás de uno de ellos y le corta el cuello con la hoja de su tijera. Por otra parte, Glazer también es liquidado en el bosque, después de hacer el amor con Sally -la muerte de ésta acontece en off-. Cropsy le sorprende y atraviesa de lado a lado el cuello del joven con su arma, en la única escena de asesinato que parece no haber sufrido las iras de la censura). A pesar de esos cortes que dulcificaron la mayoría de crímenes vistos en pantalla, si hay algo por lo que es recordada la película es precisamente por una salvaje escena de asesinato múltiple, que acontece de forma imprevista y que resulta sobrecogedora aún hoy, más de 30 años después del rodaje de la misma: Todd y Michelle envían río arriba en busca de ayuda a cinco de los campistas, entre los que se encuentran Woody, Eddy y Fish, en una precaria balsa construida con maderos y cuerdas. Durante el trayecto, una de las chicas divisa a lo lejos una canoa, y el grupo comienza a remar hacia ella. Cuando se encuentran casi a su lado, Woody se estira para cogerla, y un plano en contrapicado muestra una enorme figura que se alza de súbito de la misma, recortándose su negra silueta ante el cielo despejado, mientras sujeta en alto unas enormes tijeras de podar. Éstas son descargadas con saña mientras los chicos comienzan a gritar aterrorizados. Ese primer golpe alcanza de refilón el pecho de Fish, produciéndole una enorme herida, quedando el arma clavada en la madera de la balsa y siendo arrancada de inmediato. Un nuevo contrapicado del asesino y otro ataque, que alcanza de lleno en el torso a una de las chicas, que cae a continuación al agua. La joven restante resbala y queda tendida sobre los troncos que forman el piso, mientras que Cropsy lanza un nuevo embate, que yerra el objetivo, empotrando la tijera en el suelo. El asesino vuelve a liberar el arma mientras que Woody pone una mano para repeler la inminente agresión, pero tres de sus dedos son cercenados por las hojas que se cierran sobre ellos. El agresor blande las enormes tijeras, cortando un madero en el arco que traza con ellas y lanzando a Eddy al suelo. Las cuchillas descienden y una de ellas se clava en el cuello desprotegido del chico. La joven que se hallaba tirada en el suelo grita horrorizada, en la misma posición. Cropsy vuelve a agitar su arma con furia, destrozando la cabeza de la muchacha, que sufre un terrible corte que abre su frente de lado a lado. El brazo de ésta cae inerte y la sangre se desliza por él hasta gotear desde uno de los dedos en el agua del lago, que se tiñe de rojo.
Otro elemento distintivo con el común de los slashers es la no existencia de una final girl, una Jamie Lee Curtis o una Neve Campbell de aspecto cándido y virginal que aporta el punto de vista moralista de que solo aquellas que permanecen puras son capaces no solo de sobrevivir al asesino, sino de enfrentarse a él y acabar con su vida. El personaje más cercano a éste arquetipo es el de Michelle, aunque su relación con Todd y su personalidad la alejen de esa inocencia y candor característicos. Su único contacto con el asesino, si se le puede llamar así, se encuentra en el macabro hallazgo de la balsa, que flota a la deriva río abajo con los restos de sus compañeros. La chica decide nadar hasta la embarcación suponiendo que todo se trata de una broma, cayendo en el error cuando tira de un brazo que sobresale y se encuentra con que éste está separado del resto del cuerpo. Sus gritos de pánico se multiplican cuando el cadáver de Woody, destrozado, emerge ante ella del fondo de la zata. Es más, en esta ocasión serán dos chicos (Alfred y Todd) los que se enfrenten a Cropsy y logren vencerlo, haciendo que el fuego (y un brutal hachazo en mitad de la cabeza) acabe el trabajo que no pudo finalizar cinco años atrás. El final, con un monitor de otro campamento narrando la historia del asesino a varios campistas entorno a una fogata, resulta sugestivo y dejaba la puerta abierta a una secuela que nunca llegó a realizarse.
(7/4)