SOLOS EN LA OSCURIDAD (Jack Sholder) / 1982: Jack Palance, Donald Pleasance, Martin Landau, Dwight Schultz, Erland Van Lidht, Deborah Hedwall, Lee Taylor-Allan, Phillip Clark, Elizabeth Ward, Brent Jennings, Lin Shaye.
Cuatro desequilibrados huyen de un hospital psiquiátrico aprovechando un apagón que se produce en el pueblo en cuyas afueras se ubica el edificio. El reguero de cadáveres que comienza a producirse conduce a la casa del Doctor Dan Potter (Schultz, al que mi generación siempre recordará por su papel de H. M. Murdock en la mítica serie El equipo A) y su familia, el nuevo psiquiatra de la institución mental, que llegó como sustituto del anterior (encargado del tratamiento de los ahora fugados durante años) y al que los psicópatas toman como su asesino.
Nos encontramos ante otro slasher más de los que intentaron aprovechar el éxito de los pioneros La noche de Halloween, John Carpenter, 1978, o Viernes 13, Sean S. Cunningham, 1980 (aunque tal honor debería recaer en la injustamente olvidada y más que reivindicable Navidades negras, Bob Clark, 1974), en el que lo único destacable es su sobresaliente reparto (a unos aterradores Palance y Landau -sus gestos y sus muecas les hacen parecer auténticos perturbados- como dos de los huidos se les une un sobreactuado Pleasance como el doctor que pone en marcha un nuevo método para controlar la ira de sus pacientes más peligrosos, y que, como se comprueba demasiado pronto, resulta totalmente fallido), pese a su aura de título de culto, injustificada a todas luces. Es más, las deudas con los filmes mencionados al principio del párrafo se hacen patentes en varios momentos a lo largo del metraje, como en la escena del asalto al supermercado que está siendo saqueado por los habitantes del pueblo debido al corte de luz, en la que uno de los prófugos coge una máscara de hockey y se la pone cual Jason Vorhees; en el asesinato de la canguro que hace el amor con su novio a escondidas en la casa de los Potter (aunque la ejecución y la planificación de la secuencia sean adecuadas, lográndose cierta tensión); o en la visión que sufre la hermana de este último durante el asedio final a la vivienda, con esa aparición que recuerda en grado sumo al citado Vorhees en su etapa adolescente, tal y como lo vimos en la primera parte de la conocida franquicia. Además, el guión incurre en demasiados errores, dando lugar a incoherencias de todo tipo (el comportamiento del doctor Potter, quitándole importancia al hecho de que tres pacientes peligrosos huyan de su manicomio y ronden su hogar, más aún cuando uno de ellos, detenido por abuso de menores, logra entrar en la casa y quedarse a solas durante un rato con su hija pequeña, a la que, afortunadamente, no hace nada; la conducta del otro doctor, interpretado por Pleasance, negándose a llamar a la policía una vez que se han producido los primeros crímenes, y, cuando acude al rescate de los Potter, haciendo oídos sordos a las advertencias de éstos, intentando hablar con los asesinos como si nada hubiese pasado; el hallazgo, ya casi al final, de la joven pareja asesinada en una despensa de la vivienda después de que varios agentes de policía la registrasen de arriba abajo; el doctor Potter dejando inconsciente en el sótano a uno de los desequilibrados, sin inutilizarlo y no diciendo a su familia lo que acaba de suceder cuando regresa; el ridículo final, en la discoteca…) y ofreciendo, en definitiva, un producto demasiado irregular que prácticamente no aguanta ni un primer visionado.
Atención, por cierto, al divertido cameo de Lin Shaye (hermana de Robert Shaye, uno de los artífices de la saga Pesadilla en Elm Street, y ocasional actriz -la hemos visto en, por ejemplo, la simpática 2001 maníacos, Tim Sullivan, 2005-) como una paciente del psiquiátrico que se hace pasar por secretaria.
(4/3)
CARÁTULAS Y POSTERS
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